Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

La ejecución de Sadam Hussein

30-Diciembre-2006    Atrio
    Tras el simbólico abatimiento de la estatua que hace tres años se presentó como “fin de la guerra” contra quien -según el trío de las Azores- estaba aliado con Al Qaeda y tenía armas de destrucción masiva, esta madrugada el gobierno de Irak, país todavía invadido por las tropas americanas e inglesas y en estado de guerra civil, ha ejecutado con la horca al anterior Jefe del Estado. ¿Qué va a pasar ahora? Reportan los medios que hay gran fiesta de chiítas y americanos (quienes le habían apoyado para combatir a los chiítas). Hay en todo ello una cuestión moral que fue debatida en ATRIO (9 de noviembre) a partir de una escrito de J. I. Calleja, que sigue abierto y en portada, actualizándole la fecha. Y hay una cuestión política que analiza aquí Jusuf Fernández en un articulo publicado la misma madrigada de hoy en Webislam.

El asesinato “legal” de Saddam Hussein.
Yusuf Fernandez

Webislam, Opinión - 30/12/2006 5:33 |

La ejecución del antiguo presidente iraquí, Saddam Hussein, es el acto final de una farsa legal dirigida por la Administración Bush, que ha invadido y ocupado Iraq ilegalmente, mostrando así su desprecio por todas las normas legales básicas, ya se trate de las leyes internacionales o las norteamericanas. El gobierno estadounidense quiere utilizar la ejecución de Saddam como medio de mostrar al mundo que puede matar a sus oponentes con impunidad. La muerte de Saddam es también una forma de eliminar a un testigo clave que podría implicar al gobierno de EEUU y algunos de sus miembros, como el antiguo secretario de Defensa Donald Rumsfeld, en los crímenes de su régimen, especialmente durante la guerra irano-iraquí (1980-88), cuando dicho régimen fue apoyado económica y militarmente por Washington. Por otro lado, el derrocamiento de Saddam y la invasión de Iraq estuvieron basados en mentiras. Saddam no poseía armas de destrucción masiva ni conexiones con Al Qaida. La Administración Bush nunca será perdonada por la comunidad internacional por la invención de tales falsedades con el fin de justificar su invasión de Iraq.
Los ocupantes norteamericanos se negaron a sentar a Saddam ante un tribunal internacional. El así llamado “Alto Tribunal Penal Iraquí”, que juzgó en su lugar al ex presidente, ha estado bajo el control político de la administración estadounidense, que elaboró las normas por las que se rige. El juicio estuvo caracterizado por un abierto desprecio al principio de justicia y a las normas básicas de la legislación iraquí e internacional, lo que llevó a graves y repetidas violaciones de las reglas fundamentales de los procedimientos penales. Los jueces fueron escogidos por las autoridades de ocupación entre enemigos de Saddam y revelaron en más de una ocasión su nula imparcialidad e independencia y sus prejuicios contra el ex presidente y otros antiguos líderes iraquíes que estaban también siendo juzgados.

De este modo, Saddam fue privado de cualquier real oportunidad para defenderse. Sus abogados defensores fueron asesinados, arrestados, amenazados, insultados y expulsados de la sala. Sus peticiones fueron a menudo ignoradas o quedaron sin respuesta. Se les negó acceso a documentos y pruebas del caso. El tribunal pronunció su sentencia sin permitirles hacer su argumentación oral final, tal como viene establecido en los procedimientos penales de todos los países del mundo. El tribunal culminó sus violaciones al derecho de Saddam a una defensa efectiva con la expulsión de la sala de Ramsey Clark, el conocido abogado estadounidense.

Los abogados defensores afirmaron que la sentencia había sido redactada mucho tiempo antes de la finalización del juicio. Todo el mundo sabe que el destino de Saddam estuvo sellado desde el día en que fue capturado. El propio Saddam supo esto desde el principio y ésta pudo ser la causa por la cual se mostró desafiante y no ocultó su desprecio hacia los jueces y el gobierno iraquí. El único propósito que Saddam tenía entonces era el de pasar a la historia como un ardiente nacionalista o incluso como un mártir a los ojos de los iraquíes.
El gobierno iraquí pronunció varias declaraciones y adoptó medidas que demuestran que tuvo un conocimiento previo y preciso del contenido de la sentencia antes de que ésta fuera pronunciada en la sala del tribunal. Así por ejemplo, el primer ministro Nuri al Maliki hizo un llamamiento a los iraquíes para que expresaran su alegría. George W. Bush no pudo contener su satisfacción por la noticia de la sentencia de muerte contra Saddam. Él la calificó de “hito” y de un éxito de Iraq “en lo que se refiere a reemplazar el dominio de un tirano por el imperio de la ley.” En realidad, la sentencia fue anunciada en un momento muy preciso, con el fin de favorecer la campaña electoral de Bush y del Partido Republicano. Sin embargo, la estrategia de Bush fracasó y él y su partido perdieron las elecciones.

De este modo, la sentencia de muerte contradijo todos los fallos y resoluciones de diversos organismos e instituciones internacionales, especialmente la decisión del Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias de la ONU, que concluyó en un informe que la detención de Saddam fue arbitraria. La misma postura fue expresada en muchos informes emitidos por el Relator de Naciones Unidas sobre la Independencia de Jueces y Abogados. Esto significa que todos los procedimientos del juicio son nulos debido a la falta de todas las garantías y requerimientos necesarios para que un juicio sea justo. Esto convierte la ejecución de Saddam Hussein en un crimen del que la Administración Bush y el gobierno títere iraquí son responsables.

La muerte de Saddam Hussein no es un signo de la fortaleza de la posición norteamericana en Iraq, sino de su debilidad. Es un acto de ignonimia y crueldad que perseguirá para siempre a la Administración Bush. Sin embargo, las consecuencias políticas a largo plazo de la ejecución de Saddam no serán positivas para los ocupantes estadounidenses. Los sunníes, que se vieron favorecidos durante el gobierno de Saddam, han condenado el veredicto y su indignación alimentará la insurgencia y la oposición a la ocupación norteamericana. Significativamente, el mismo día en que la sentencia fue anunciada, convoyes militares estadounidenses e iraquíes fueron atacados en varias ciudades del país.

Es preciso señalar que sean los que hayan sido los crímenes de Saddam, la Administración Bush es responsable de crímenes de guerra a una escala mucho mayor en Iraq. Unos 650.000 iraquíes y 3.000 soldados norteamericanos han muerto como consecuencia de la invasión y ocupación del país. Muchos pueblos y ciudades han sido bombardeados y destruidos, miles de prisioneros iraquíes han sido torturados en prisiones dirigidas por los norteamericanos y la herencia cultural de Iraq ha sido saqueada. El sufrimiento de la población iraquí supera toda imaginación. Así pues, son Bush, Cheney y el resto de la banda de neoconservadores que lanzaron esta cruel, inútil e ilegal guerra los que deberían ser arrestados y juzgados por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad

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