Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

El imperio siempre contrataca

28-Marzo-2007    Atrio
    Entrevista a Gianni Vattimo, filósofo, cristiano por libre, padre de la corriente filosófica “pensamiento débil”. Realizada por Lluis Amiguet en “La Contra - La Vanguardia” de hoy.

    Tengo 71 años: la madurez consiste en darse cuenta de que uno no es tan chulo como creía. Nací en Turín: malician que cuando Nietzsche dijo que era maravillosa ya estaba loco, pero hoy es preciosa. Soy un enamorado del Evangelio, pero por libre. Hay otros modos de crear riqueza además del capitalismo desarrollista. Colaboro con el CCCB

- ¿Su pensamiento débil por qué lo es?

- Porque desconfío de las ideas fuertes, de los grandes dogmas. No creo en ideologías capaces de explicarlo todo y mucho menos en una fe única que pueda vertebrar toda la existencia.

- ¿No es angustioso carecer de certezas?

- Lo es, pero nuestra actual neurosis no se debe a que nos falten grandes convicciones para fundar nuestras vidas…

- Comunismo, fascismo, patria, Dios…

- No echamos de menos las grandes ideas que alumbraron totalitarismos, de Hitler a Stalin, pero sí la seguridad que nos daban.

- Creyendo se vivía más tranquilo.

- Y también nos angustia nuestro esfuerzo de adaptación para vivir apoyados tan sólo en la diversidad de las pequeñas verdades de todos. Tenemos que acostumbrarnos a convivir con la nada en un mundo sin certezas ni garantías absolutas.

- Supongo que aún quedan dogmas.

- Desgraciadamente, nunca nos faltarán: hoy el gran dogma es que el capitalismo desarrollista es el único modo de promover riqueza. Eso nos tiene atascados.

- Si no se crea riqueza, no se reparte.

- Pero el crecimiento también es calidad no sólo cantidad y cuando hacemos presupuestos y estadísticas debemos incluir el daño irreparable a la tierra y al ecosistema.

- ¿Cómo?

- ¿Cómo cuantificar en el PIB una playa sacrificada para el desarrollo inmobiliario? Un edificio tiene precio, una playa, no. ¿Y una especie desaparecida? ¿Cómo valorarla?

- Así España tendría crecimiento negativo.

- Muchos crecimientos económicos milagrosos enmascaran ganancias de cuatro y grandes pérdidas para todos. Hoy ya no se trata de crear más y más bienes, sino de aprender a distribuirlos y a disfrutarlos conservando la tierra que nos los da.

- Están además los dogmas del pasado.

- ¡Nos acechan por doquier! El imperio siempre contraataca. Siempre hay algún dictadorcillo o un ambicioso dispuesto a auparse sobre una ideología o a veces sobre una sola idea para llegar al poder o conservarlo.

- Por ejemplo.

- ¡Buf! El mundo está lleno de Bin Laden que han confundido su ambición con una ideología absoluta: los neocons americanos, el fundamentalismo católico, el fundamentalismo islámico…

- Si les dejas, son capaces de salvarte.

- Por eso la actitud posmoderna no puede ser pasiva: tenemos que afirmar cada día y de forma proactiva la diversidad.

- ¿Cómo?

- Defendiendo que todos tenemos algo de verdad y que nadie la tiene toda. Nada es absolutamente verdadero o absolutamente falso. Tampoco ninguna religión.

- ¿A quién rezar entonces?

- Hay que aprender a vivir sin certezas absolutas. Porque la realidad nos demuestra las veces que haga falta que ninguna ideología es capaz de abarcar la vida y mucho menos de encauzarla o preverla.

- ¿Cómo sabe contra quién disparar?

- Es muy fácil: me enfrento siempre contra los que me quieren imponer una idea.

- ¿Y si es la buena?

- Ya le he dicho que no hay ninguna idea totalmente cierta o totalmente falsa. A menudo yo creo en una idea y en su contraria con la misma intensidad. Y estoy convencido de que las dos son ciertas en cierto modo.

- ¡Vaya! ¡Me alegro de no ser el único!

- Y si no tengo una gran idea ni una gran bandera ni una gran iglesia ni un gran partido… ¿En qué manifestación me meto entonces? ¿Qué consigna repito?

- Eso mismo le iba a preguntar.

- ¡Salgo a la calle a defender mi diversidad; mi relativismo; mi libertad de pensar dos cosas opuestas; mi negativa, en suma, a dejarme someter a la ambición de totalitarismo siempre dispuesto a salvarnos a cambio de fe, silencio y obediencia.

- Por ejemplo.

- Defenderé mis derechos civiles. Yo me he manifestado por el matrimonio gay no porque crea que haga falta: la verdad es que me dejaba indiferente, sino sólo porque hay visiones totalitarias dispuestas a prohibirlo.

- ¿Y no defiende otros derechos civiles?

- Todos. Me parece que cualquier intento de limitar cualquiera de nuestras posibilidades de decidir como personas o ciudadanos merece nuestra respuesta militante.

- Deme otro ejemplo.

- El gran dilema de este siglo va a ser la reconstrucción artificial del cuerpo y por ese camino y, con ella, la vida eterna…

- Jolín, palabras mayores.

- No es que me guste ni que la defienda, pero creo que es inevitable. Y ampliará nuestra esfera de decisión de forma dramática.

- No sé si alegrarme.

- Yo, como en el fondo siempre he pensado que existe de algún modo una voluntad superior, creo ver en esa posibilidad de vida eterna una manifestación de esa voluntad.

- Al final va a ser usted creyente.

- Soy providencialista: si pensara que sólo son los hombres los que manipulan la naturaleza a su voluntad, estaría temblando, pero creo que hay una lógica superior a ellos.

- Dios le oiga.

- Pero ni yo ni nadie es capaz de afirmar ni negar su existencia con fundamento.

- Está usted enfermo de relativismo moral.

- ¡Mamma mia! ¡De eso me acusa el Papa y me acusaría Bin Laden! Ellos no quieren una sociedad donde convivan múltiples opiniones y todas sean escuchadas y admitidas. No admiten que todos tenemos algo de razón y nadie, ni siquiera ellos, la tiene toda.

    SIN DOGMA

    Me doy cuenta de que ´la contra´ es posmoderna cuando oigo a Vattimo: “Todos tenemos algo de razón y nadie la tiene toda”. A Vattimo le indignan los dogmas y en especial el que aún rige nuestras vidas: la única forma de crear riqueza es el capitalismo y por eso la producción siempre creciente de bienes debe ser el centro de nuestras vidas. “La Fiat, el corazón del Turín industrial, estaba en plena crisis - me cuenta- cuando me ofrecieron ser candidato a la alcaldía turinesa. Les dije que la reducción de la Fiat no era una catástrofe, sino una oportunidad para conseguir una ciudad más limpia, más bonita y más rica. Podíamos crecer por fin en calidad de vida para todos y no sólo en cantidad de beneficios para unos pocos. No fui alcalde, pero aún lo pienso”.

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