Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Lo que está en juego en Entrevías

22-Abril-2007    -
    Juan Hernández, que ha creado desde su activa jubilación una documentada página llamada Somac, nos envía desde Mallorca este artículo de Paco Vera que descubre aún más lo que está en juego en el conflicto de San Carlos Borromeo.

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¿QUÉ FALTA DECIR Y HACER AHORA?

por Paco Vera Mula

    En una parroquia del barrio vallecano de Entrevías, en Madrid, el desamor y la intolerancia castiga desde el poder a los de siempre, los sencillos, aquellos que fueron causa principal en la vida de Jesús.

“Son curas rojos, es la iglesia roja, al fin los curas y los templos tienen color, además de sotanas e imágenes” comentó la señora del quiosco al observar que leía la noticia de Madrid. El color viste, da personalidad y por lo visto también sirve para etiquetar a la gente e incluso, a veces, produce espasmos de rechazo o de afinidad o de indiferencia.

En el caso que motiva estas líneas, el color está sirviendo para abrir las puertas al desprecio, la intolerancia y el ostracismo. Los tiempos oscuros y tristes propios de la ignorancia, de la barbarie y del desamor parecen haber vuelto. El golpe de báculo o el poder mal entendido, de nuevo en acción. Pero, “Jesús no acepta el poder y ellos lo tienen” (1) dijo Enrique de Castro, dando en el clavo y quizás sospechando su sentencia en tanto que sentenciado desde hace muchos años. De sobra es conocido que lo que da vida al poder tiene gancho, no en vano Jesús se enfrentó al poder dando a conocer su mensaje y defender a los más necesitados.

Aún hay gentes que creen en el amor generoso y universal. Lo que está sucediendo en la Parroquia de San Carlos Borromeo, del barrio vallecano de Entrevías, en Madrid, es sin duda un pasaje de la historia del sin amor. En la eucaristía del domingo en la basílica el “pan” fue en forma de blancas e inmaculadas obleas, mientras que en la iglesia de Entrevías fueron “mendrugos de pan” (1), pero, ¿qué fue lo que Jesús compartió en la “última cena”?, ¿fueron hostias finitas y blancas elaboradas por piadosas monjas o fue pan del común hecho por el panadero del lugar o quizás en la propia casa donde cenaban?. En ciencia cierta se desconoce lo que se cenó ese día, según estudiosos investigadores argumentan que probablemente en la cena se consumió carne de cordero a la brasa, como era costumbre, sin que hubiera alguna instauración de la eucaristía (2). Los curas de San Carlos Borromeo celebran con la comunidad en ropa de calle y en lugar de hostias bendicen y reparten pan y rosquillas, proceder que molesta al arzobispado argumentando que eso no está de acuerdo con los cánones de la Iglesia católica. Entonces, es cierto aquello de que “el hábito hace al monje”.

En la parroquia de Entrevías, desde hace más de 25 años sacerdotes y parroquianos viene poniendo mano y corazón al compartir en solidaridad apoyando a gente en paro, a la mujer madre trabajadora y pobre, a inmigrantes sin recursos con o sin familia, a drogodependientes, a ex presidiarios sin apoyo y sin trabajo, a prostitutas a su suerte, a adolescentes y jóvenes en riesgo, etc., por lo que es lógico que los más dolidos por la acción de la jerarquía son los marginados, aquellos por los que Jesús mostró tanto amor. La solidaridad es en esta comunidad un sello local convertido en producto que revalúan día tras día, en una comunidad donde lo más grande es la dignidad de la persona, de toda persona: bienaventurados los que en su casa acogen a ex presidiarios, dogradictos, inmigrantes y no cierran las puertas a nadie. En Entrevías no sólo se grita la rebeldía, sino que se lucha para que otro mundo sea posible.

Allí la comunidad se siente rebelde “rebelde al modo de Jesús” (1). Una rebeldía con causa. Su modo de entender a las personas y a sus situaciones, el hecho de querer compartir, creer en cada quien y en todos, la sintonía con la otra comunidad del barrio vecino de El Pozo -también en Entrevías-, da para comprender el canto casi olvidado que hoy retoman obligados “no, no, no, no nos moverán”, al tiempo que un numeroso grupo de jóvenes despliegan una pancarta rezando “la jerarquía puede cerrar un local pero no una iglesia”(1). Léase despacio la pancarta y retómese el Concilio Vaticano II .

San Carlos Borromeo, una parroquia donde la misa es la asamblea de todos y para todos, acuden respetuosos fieles, musulmanes e incluso ateos, cosa que “la ortodoxia de la liturgia vaticana no puede permitir que tres simples curas acercan desde hace años la Palabra de Dios, hablando la lengua de las gentes, con lenguaje universal hablando de generosidad, de solidaridad y de amor, de verdadero amor al prójimo” (3). Los curas de la parroquia lo tienen claro: “damos la bienvenida a los que comparte no sólo la fe en Jesús, sino también la fe en la gente al estilo de Jesús” (1).

Enrique de Castro (el llamado cura rojo) destaca que la solidaridad mostrada en el barrio al igual que la expresada en Madrid y la que llega desde toda España, “no es a una parroquia o a unos curas, sino a una manera de vivir y de pensar dentro de la Iglesia” (1). He ahí el grano a extirpar. El Concilio Vaticano II con el Papa Juan XXIII a la cabeza y luego con Paulo VI, se atrevieron a ver a la Iglesia como la comunidad de todos los cristianos en la perspectiva preferencial por los pobres. Pero, que ha pasado con esas conclusiones del Concilio.

El pecado de esos curas como el de los feligreses y parroquianos en Entrevías tiene mucho que ver con aquella confidencia de Jesús vivo, provocador e irreverente, cercano a todos y especialmente a las personas abandonadas y despreciadas por el poder fanático y por la sociedad plutocrática, y que más que confidencia parece ser un valor para un estilo de vida: “sed testimonio de amor”.

Es poco probable que la Iglesia de Madrid entienda así esa sugerencia de Jesús, que seguro han predicado más de una vez. Allí lo que prevalece es la autoridad del Arzobispo-Cardenal y por él su curia. Sin duda esto explicaría los hechos que estos días han convulsionado al país. El Arzobispado quiere transformar el templo de San Carlos Borromeo en sede de Cáritas, para que esta institución, y no la comunidad local y sus sacerdotes, administre la respuesta a los feligreses, olvidándose de que “no solo de pan vive el hombre” y convirtiendo la “opción por los pobres” en una marca comercial para una multinacional especializada en la caridad. Es decir, San Carlos Borromeo ya no será más una parroquia y en consecuencia tampoco celebrará la comunidad de creyentes sus encuentros, sino que se convertirá en un dispensario de la caridad, con horario laboral incluido. Muerto el perro, se acabó la fiebre.

Donde está el nudo gordiano de esta trama?. Habrá que buscarlo en la vida, en el sentido que se da a la vida, en el modelo de comunidad y en el carácter de la fe, es decir, habrá que buscar en el como se entiende y se vive el valor del amor y su relación con el pensamiento crítico, ambos consustanciales a la libertad del ser humano. Recuérdese que, hace años el poder político y militar no pudo doblegar al Arzobispo Romero, en El Salvador y, simplemente, lo mataron. Aquí y ahora como no han podido doblegar a los curas de San Carlos Borromeo en su compromiso evangélico (matarlos no es proceder), simplemente, los echan. Otro tipo de muerte. La culebra se mata por la cabeza.

Como se deduce, el punto a reflexionar en este caso tienen que ver con “el poder”. Al parecer, en la Iglesia Católica el pastor más que apóstol comprometido en la misión de amor, aparece como el jefe, el que dicta y manda lo que hay que hacer, cómo hacerlo, cuando, donde y con qué, incluso me atrevo a decir que también a quién o con quienes. ¿El poder emana de la autoridad ó esta de aquel?. En la democracia la autoridad tiene que emanar del pueblo y de los valores morales; en la Iglesia la autoridad tendría que emanar de los evangelios y de los valores morales. Los hechos de la realidad nos dice que, como sucede en el poder político, a la Iglesia la han convertido en un recurso de dominio y de poder, a veces avasallante por la ausencia de diálogo. El poder convertido en autoridad y la autoridad pervertida en poder. Al amor mejor dejarlo para los salmos. El amor es otra cosa, es romanticismo. Mientras que la democracia tiene que enfrentarse continuamente a los dogmas para sobrevivir (4), la Iglesia vive de los dogmas, los alimenta y cuando tiene que retractarse lo hace sigilosamente exigiendo prudencia.

La autoridad basada en los dogmas y el poder que estos imponen, comúnmente se muestra impasible, enérgica y dominante, mostrando tal rigidez que roza en lo fáctico. En el ejercicio del poder no hay lugar para la tolerancia, esta es muestra de debilidad, quien no se somete al poder pasa por el tímido tamiz del aviso hasta que se doblega, o es suspendido o es renunciado. La elegancia es a veces una sutil herramienta del poder.

Según lo aprendido, Jesús deja un legado fundamentado en el amor, no en el poder. Un amor ejercido con firmeza, no débil, generoso, hacia todos y para todos, entre todos, globalizado –diríamos en el lenguaje actual- y globalizador. Jesús no ambicionó el poder, salvo el que se mostraba sabio y misericordioso para quines menos habían recibido y más habían sufrido, su mensaje y su vida fue de acercamiento, de tolerancia y de amor. La noticia de Madrid nos sugiere que algo no sigue el camino, algo serio está distorsionando las reglas del “id y anunciad la buena nueva”, no es la buena nueva lo que el Arzobispado de Madrid anuncia a la comunidad de Entrevías, e indirectamente a otras comunidades a lo largo y ancho.

Ernesto Cardenal recibió hace años en Nicaragua una cachetada del Papa Juan Pablo II por atreverse a ser Ministro para una educación liberadora, y hoy el Cardenal Ruoco Varela con su actuación ha “cacheteado” a la comunidad de San Carlos Borromeo y a sus pastores por atreverse a ser gestores y testimonio activo en el proceso liberador. Los curas están suspendidos de su función pastoral y educadora, tiene que dejar la parroquia, el jefe los echa y se encuentran en una situación de despido injustificado, es un baculazo, sin diálogo, pero es que, en la Iglesia no se debate ni se dialoga salvo para estar de acuerdo con el jefe, la Iglesia no es expresión de democracia, ahí la cosa es más simple, unos mandan y los demás obedecen.

Desde la parroquia San Carlos Borromeo se ha animado el nacimiento y desarrollo de grupos de Madres de drogodependientes, la Coordinadora de Barrios, la Fundación Raíces, los Traperos de Emaús, la Escuela sobre Marginación, etc. Todos ellos y los movimientos sociales que se reúnen en la parroquia, gentes de otros credos y las que no se definen entorno a ninguno, y muchas otras personas que durante años han sentido en carne propia la hospitalidad de la casa de Entrevías, apoyarán sin duda la decisión de resistencia mostrada por los curas y la comunidad (5).

Queda la palabra, quedan las acciones, ahí están los resultados, la gente sigue en la lucha por y para otro mundo posible. ¿Qué falta ahora decir?. ¿Qué falta hacer ahora?.

Francisco Vera Mula
Mallorca, abril de 2007

(1) El Mundo, edición digital del 08-04-07
(2) Jordi Llovet. El País, 05-04-07. Comentando el folleto de Geza Vermes “La pasión: la verdad sobre el acontecimiento que cambió la historia de la humanidad”
(3) Carlos Garcia Olalla. Última Hora, 12-04-07
(4) Flemming Rose. El País, 23-03-07.
(5) El Mundo (EFE), edición digital del 02-04-07

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