Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Racismo y sexismo que rebrotan

25-Abril-2007    Joan Chittister

Algunas cosas no terminan cuando acaban. Es importante que no lo olvidemos.

Todo lo que se ha podido escribir sobre el comportamiento y la suerte de Don Imus ya se ha dicho. Como presentador de un programa de entrevistas de radio y televisión, redujo a ‘fulanas con pelo de cordero’ al equipo femenino de baloncesto de Rutgers [Véase Nota de la Traductora al final]. Aparentemente, nunca se le ocurrió que este comentario podía causar problemas. No se gana nada con acosar al caído y no es esa mi intención. En realidad, por extraño que parezca, casi me da pena el hombre porque hay mucho más de qué preocuparse en este asunto de Imus que del propio Imus.

La verdad del asunto Imus es que este desgraciado incidente ha producido muchas víctimas: los afro-americanos, las mujeres, la Constitución de Estados Unidos y el propio Don Imus. Pues, aunque Imus nos parezca un monstruo, a posteriori está claro que esta monstruosidad la hemos hecho nosotros.

Los afro-americanos son víctimas, por supuesto. Por una extraña combinación de antiguas expresiones de desprecio que fueron en su momento habituales en un mundo blanco abiertamente racista, retrocedimos casi 50 años en el tiempo cuando algunos de nosotros éramos humanos mientras que el resto sencillamente jugaban a serlo. ‘Pelo de cordero’, ‘morenos’ y otros adjetivos por el estilo separaban a algunos del resto de nosotros que nos habíamos convertido en la ‘norma’. Pero en la enrevesada economía del prejuicio, ‘pelo de cordero’ decía más que ‘distinto culturalmente,’ que es lo que los otros calificativos indicaban. Quería decir ‘esencialmente diferente a nosotros’, distinto de lo que somos -en color, humanidad, en la calidad del ser que se basaba en la naturaleza del cabello de la persona.

Semejante locura te deja sin aliento.

Ignorar el racismo es escalofriante. Es hijo de la dominación, se mantiene con estructuras de poder y termina empequeñeciendo, no sólo al ‘otro’ sino, como hemos visto con toda claridad, al que se considera ‘la norma’. Es un hongo que crece en el rostro de la sociedad de manera tan penetrante que llega a aceptarse y a considerarse normal, decimos que es la verdad.

Las montañas de datos ‘científicos’ que se han utilizado para demostrar la inferioridad de los afro-americanos -y de las mujeres- serían ridículas si no fueran tan patéticas. Nuestra Constitución protegió y legalizó el racismo y el sexismo. Si no fuera porque es vergonzoso desde el punto de vista teológico, las páginas y páginas de teología dedicadas a insistir en que la dominación de los negros -y de las mujeres- era la voluntad de Dios, y por tanto inmutable, se clasificarían como superstición religiosa.

De un golpe ‘pelo de cordero’ y ‘fulanas’ consiguieron hacer las dos cosas al mismo tiempo. Atrapó en sus redes a la mitad de la población negra y a toda la población femenina del mundo. Todos como simples objetos sexuales. Todas ‘fulanas’. Ni morales. Ni racionales. Ni merecedores de respeto. Cualquiera. Todas.

Y además, en una emisión nacional. Para que todos lo vieran y lo oyeran. Con un gran coste para los patrocinadores, un sueldo alto para el presentador y gran audiencia para el programa. Que es precisamente donde entran las otras víctimas.

En los programas de televisión se debatió si estas frases fueron tan malas como la comunidad negra dijo que eran. Después de todo la “libertad de expresión” es uno de los pilares de este país, no?

Detengámonos un momento. ¿Desde cuándo “libertad de expresión” quiere decir que la cortesía en la expresión verbal no tiene cabida en público? ¿Desde cuándo “libertad de expresión” implica que los insultos personales y las palabras incendiarias no tienen importancia, que se tienen que proteger en el ámbito público, que no significan nada para la sociedad? ¿Desde cuándo se empezó a utilizar la Constitución como un escudo para amparar insultos incivilizados e insidiosos?

El concepto de “libertad de expresión” está muy comprobado en el sistema legal Americano. Y los tribunales siempre han sido muy claros en este tema. Según lo que nos dicen, la “libertad de expresión” se refiere al tema que se expresa, no a la calidad de lo que se expresa. Por tanto, en el ámbito público es aceptable hablar o escribir sobre, o mostrar, temas sexuales, religiosos o sociales. Pero es otra cosa totalmente distinta la manera en la que se habla sobre sexo o se predica en público, o se promociona la monarquía, o se dan conferencias sobre el nacionalismo blanco en el sistema social estadounidense. Los casos son siempre tendenciosos, difíciles, problemáticos. Pero una cosa queda clara: ninguno de estos temas está protegido por la ley cuando incitan a un grupo a la hostilidad contra otro grupo.

Sin embargo, durante muchos años, como nación, hemos flirteado con el peligroso filo de esa forma de hablar. Hemos forzado los límites de esas expresiones. Hemos defendido lo indefendible basándonos en la libertad de expresión cuando en realidad queríamos decir que queríamos el derecho a implicarnos en programas de radio que destilan odio, el derecho a atacar a un personaje público impunemente y a hablar en internet de forma anónima sin tener que dar cuentas de ello. El Movimiento por los Derechos Civiles comenzó a frenar la degradación pública de los afro-americanos, y nosotros finalmente descubrimos la diferencia entre ser un ‘afro-americano’ y un negro (nigger: palabra despectiva que significa negro). Los grupos de mujeres han dejado claro que definir a la mujer sexualmente como ‘fulana’ (o ‘hembra’) sencillamente no se tolerará más.

Las mujeres y los negros dejaron claro que eran totalmente humanos, racionales y completamente respetables en todo momento y por todos.

Don Imus fue despedido por no actuar de esta manera. Pero aquí está el problema. ¿Fue despedido realmente porque, como nación, no estamos dispuestos a tolerar esos desprecios racistas y sexistas? ¿Fue despedido porque ponemos muy alto el listón moral cuando hablamos en público? ¿O fue despedido porque sencillamente algunos patrocinadores retiraron su apoyo al programa? ¿Fue despedido, en el fondo, por razones económicas y no por razones morales? ¿Le habría despedido la CBS si los afro-americanos y las mujeres no hubieran respondido tan rápidamente y con tanta contundencia, si no hubiera estado en los titulares en los medios de comunicación nacionales, si los patrocinadores no hubieran retirado el apoyo al programa, si el público se hubiera limitado a reírse y no darle demasiada importancia?

Desde mi punto de vista, esta es la parte del asunto Imus que está todavía sin terminar. ¿Tenemos los principios necesarios, como empresas, para negarnos a permitir programas que destilan odio, para negarnos a crear los ‘Imus’ del mundo, o tomamos estas decisiones porque nos negamos a apoyar lo que no vende?

    Nota de la traductora. Don Imus es un conocido presentador de la prestigiosa cadena estadounidense CBS quien recientemente hizo unos comentarios humillantes, racistas y sexistas, sobre las componentes del equipo femenino de baloncesto de la Universidad de Rutgers (una de las más conocidas e importantes de EEUU). Este equipo está compuesto por mujeres de diversos grupos étnicos y, casualidad, ninguna tiene el pelo rizado. Inesperadamente estaban en el 2º puesto de la liga de baloncesto universitario (National Collegiate Athletic Association). La expresión ‘pelo de cordero’ y otras similares se utilizaban antes para referirse a los negros despectivamente. Sus comentarios fueron insultantes hacia un grupo de mujeres excelentes tanto en el ámbito académico como deportivo. Fue fulminantemente despedido.

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    [La H. Joan Chittister, OSB, pertenece a las Hermanas Benedictinas de Erie, PA, USA. Ella es conferenciante y autora conocida internacionalmente. Directora ejecutiva de Benetvision (benetvision.org). Este artículo se publicó en ncronline.org para la revista National Catholic Reporter . Ha sido traducida por Mertxe Renobales para Atrio.org con permiso de la autora]

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