Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Miradas que matan

28-Abril-2007    Imanol Zubero

En el primero de sus testimonios biográficos escritos tras sobrevivir al horror de Auschwitz, titulado Si esto es un hombre, el turinés Primo Levi rememora un acontecimiento de una excepcional intensidad dramática.

No es el recuerdo de un hecho físicamente brutal, como tantos de los que tuvieron lugar en los campos de exterminio; no hay sangre de por medio, no hay golpes ni hay violencia y, sin embargo, resulta profundamente estremecedor. Es el recuerdo de un cruce de miradas.

Doctorado en Química apenas dos años antes de ser deportado a Auschwitz, Primo Levi cuenta cómo fue examinado por uno de los ingenieros del campo con el fin de comprobar la utilidad de sus conocimientos como trabajador forzado en una planta industrial que fabricaba goma sintética. Plantado ante el imponente escritorio del Doktor Pannwitz, Levi espera en silencio mientras su examinador continua escribiendo como si no existiera. Sólo al terminar de escribir pareció percatarse de su presencia, alzó los ojos y miró al prisionero 174517. Desde aquel día Levi confiesa haber pensado en aquel hombre muchas veces e incluso haber deseado encontrarlo de nuevo, “no ya por venganza sino sólo por mi curiosidad frente al alma humana”. ¿Por qué esta obsesión? “Porque aquella mirada no se cruzó entre dos hombres; y si yo supiese explicar a fondo la naturaleza de aquella mirada, intercambiada como a través de la pared de vidrio de un acuario entre dos seres que viven en medios diferentes, habría explicado también la esencia de la gran locura de la tercera Alemania”.

Esta semana ha comparecido ante la Audiencia Nacional el miembro de ETA Jon Bienzobas para ser juzgado por el asesinato de Francisco Tomás y Valiente. De nuevo el drama se desarrolla en un despacho, aunque en esta ocasión es la víctima inocente quien está sentada tras su escritorio, tal vez escribiendo sobre la justicia y los derechos humanos, siendo el asesino quien se planta ante ella. Los testigos de aquel terrible hecho, estudiantes de la Universidad Autónoma de Madrid que se dieron de bruces con el asesino mientras huía, han recordado cómo Bienzobas les amenazó con una pistola a la vez que les espetaba: “Si me miráis, os mato”.
Primo Levi se atreve a interpretar lo que podía estar diciendo el cerebro que controlaba los ojos azules de Pannwitz mientras lo escrutaba: “Esto que hay ante mí pertenece a un género al que es obviamente indicado suprimir. En este caso particular, conviene primero cerciorarse de que no contiene ningún elemento utilizable”. Nada sustancialmente distinto a lo que seguramente pudo decir el cerebro de Bienzobas mientras ejecutaba el crimen.

Esto es el terrorismo: una mirada que mata, un cerebro que construye la diferencia más radical entre los seres humanos marcando a algunos como obviamente suprimibles. Y también esto otro: un pánico cerval a que podamos mirarlo como realmente es. De ahí su advertencia: “Si me miráis, os mato”. Pero tenemos la obligación de mirarlo y de decir lo que vemos: un crimen, no un examen de química ni una lucha de liberación.

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