Durante el fin de semana el clima ha cambiado sustancialmente. También el electoral. No sé si es marejadilla o mar arbolada, pero el escenario empieza a agitarse.

El candidato del PNV a diputado general de Guipúzcoa ha hecho un llamamiento a crear una “ola social” que impida que ETA vuelva a actuar. No ha dicho cómo. Esta ola social debería también servir para garantizar a todos el derecho a participar en política y para que los acuerdos mayoritarios entre formaciones políticas puedan ser “sometidos sin veto a consulta popular”. Más que una ola un tsunami. ¿Se trata de una ocurrencia electoral del propio Markel Olano o de un pulso del sector Egibar tras la propuesta de refundación del pacto antiterrorista realizada hace unos días por Josu Jon Imaz? Complicada la situación del presidente del PNV: muchos de fuera le hacen la ola, mientras que otros desde dentro no dejan de moverle la chalupa.

Saltamos ahora de la costa al interior, sin por ello dejar atrás la marejada. El fiscal general del Estado anunció el domingo que aún es posible instar a la ilegalización o incluso a la suspensión por la vía penal de ANV antes de las elecciones, señalando como motivo para ello el hecho de que Batasuna manifieste públicamente que ANV es su opción electoral. Dicho y hecho. El mismo día Pernando Barrena pidió el voto para ese partido en nombre de la izquierda abertzale invocando la consecución de “una marea de votos” en favor de un proceso de resolución del conflicto vasco.

El anuncio de Barrena ha debido dejarle a Conde-Pumpido un amargo regusto a provocación. No tanto por el llamamiento en sí (pues ya sabíamos de dónde le iban a llegar los votos a ANV) cuanto por la declaración previa del fiscal general, que se ha visto obligado a modificar su primera opinión descartando por el momento cualquier acción contra ANV. Para justificar su postura, la Fiscalía remite a la sentencia del Constitucional en el caso de Aukera Guztiak, según la cual el hecho de que un partido ilegalizado pida el voto para otro legal no es causa de ilegalización de este, ya que los derechos individuales de los miembros del partido ilegal siguen intactos. Parece obvio.

Seguramente conocerán el chiste. Un individuo es condenado al infierno y al llegar el diablo le invita a elegir el suplicio que habrá de sufrir por toda la eternidad. Tras recorrer un sin fin de salas y asistir a un terrible muestrario de despellejamientos, arrancamiento de miembros y aplastamientos, el condenado llega ante una puerta tras la que se escucha: “¡No hagan olas!”. Es la piscina infernal, le explica el diablo. No importa, responde el reo, no puede ser tan malo, y menos comparado con lo que hemos visto: al fin y al cabo, no es más que una piscina. Dicho y hecho. De inmediato el tipo se encuentra rodeado de gente en una inmensa balsa de excrementos que le llega hasta la barbilla, y todos repitiendo: “¡No hagan olas, no hagan olas!”.

Pues eso: no hagan olas. Imaz ha dicho definitivamente adiós a Lizarra; de Batasuna, sabemos de dónde viene pero aún no sabemos a dónde quiere ir; y el proceso legal contra ANV ya ha sido lo suficientemente endemoniado. No hagan olas. Al menos hasta que el estiercol se asiente mínimamente.