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La bioética y los retos del futuro

19-Junio-2007    Atrio
    En Atrio ya conocemos a Luis González Morán como un buscador de concordia en medio de los debates más agrios. También como universitario autor de un voluminoso libros sobre Bioética y Bioderecho. Esta entrevista, aparecida en el suplemento Siglo XXI de La Nueva España de Oviedo, nos lo presenta preocupado por los problemas que la humanidad tiene ante los avances de la ciencia si no son acompañados por una reflexión ética y jurídica creativas que no consistan en puro “no”.

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ENTREVISTA A LUIS GONZÁLEZ MORÁN por Javier Neira.

    LA NUEVA ESPAÑA SIGLO XXI
    Domingo, 3 de Junio de 2007

    “Estas cosas de vida o muerte no son de ricos o de pobres, listos o tontos, izquierdas o derechas sino de los seres humanos, de los ciudadanos, en general. La cuestión no es saber quién va a ganar la liga, son cosas mucho más importes y profundas”

    “COMO DICE KARL RAHNER EL HOMBRE DEL FUTURO SERÁ O MÍSTICO O SUICIDA”

    “No hay sincronía entre el avance científico y el moral. Los científicos avanzan, por entendernos, a tumba abierta; los moralistas van mucho más lentos”


Luis González Morán es sacerdote –por la iglesia de San Juan el Real de Oviedo se lo puede encontrar- abogado en ejercicio, doctor en Derecho y autor del libro “De la bioética al bioderecho”, un volumen de recentísima aparición y con cerca de mil páginas en el que aborda quizá las cuestiones éticas y morales más importantes de nuestro tiempo y, sobre todo, del porvenir, si es que la humanidad no cambia tanto, no sufre incluso una mutación que acabe convirtiendo en un sinsentido cualquier debate actual.

¿Por qué la bioética?

Se trata de poner los problemas encima de la mesa. Y es que, a mediados de los años sesenta, partiendo de EE UU, se extiende por todos los lados un gran clima reivindicador, a partir de movimientos de homosexuales, de soldados, de minorías étnicas o de plataformas de pacientes. La situación se volvió explosiva porque, por ejemplo, se supo que se hacían experimentos con minorías raciales a las que inyectaban enfermedades para probar medicamentos, unas prácticas que no estaban lejos de las propias de los nazis. Se produce entonces un clamor de protesta tremendo y una gran reacción. Sí, hacían experimentos con humanos, verdaderos disparates. El panorama cambió. Las decisiones dejaron de depender en exclusiva de los médicos; las empezaron a tomar de acuerdo con los pacientes. Hay un libro que habla precisamente, de los extraños al borde de la cama y es que empiezan a aparecer al lado del médico diversos profesionales como juristas o moralistas y otros, de forma que el paternalismo hipocrático desaparece y se ve ya al paciente como un sujeto de derechos; de ahí el consentimiento informado para que el paciente decida.

Pero, más allá de la medicina del día a día, en unos años puede ser realidad el ciberántropo o la construcción de un ser a partir de un humano que en nada se le parezca.

Caplan, director del centro de Bioética de la Universidad de Pennsylvania, cree que, aunque no existe un esfuerzo internacional para confeccionar un mapa del cerebro humano como lo ha habido para hacerlo del genoma, el conocimiento del cerebro, su estructura y funcionamiento está en expansión en otros campos tan diversos como la psiquiatría, la neurología, la radiología, la neuroanatomía o la psicología. De ahí que pronto la monitorización del cerebro le pisará los tales a la monitorización genética.

¿Entonces?

No se sabe lo que puede pasar. Se habla de terapia genética. Tiene aspectos curativos y también una línea germinal que, si la tocas, cambias a la persona.

No vale limitarse al no, siempre habrá alguien que lo intente y lo consiga.

Las grandes instituciones han pedido moratorias para estos experimentos, sobre todo los correspondientes a la línea germinal.

¿Y si aparece un científico loco en un pequeño país sin control?

¿Un tipo que no estaría sometido a las normas de la convivencia? Ese riesgo es posible. La sociedad global está inerme frente a esas cosas. Por eso, la bioética plantea las grandes cuestiones del futuro inmediato y ya incluso del presente. Es el gran tema del futuro. El problema es el rol de la medicina. Siempre se consideró y practicó la medicina curativa, la medicina reparadora. Se dio el salto después a la medicina predictiva, a partir del conocimiento genético. Y ahora se pregunta la gente ¿hay lugar para la medicina que diseña un nuevo ser?

¿Ese es el núcleo de su libro?

Hacen falta muchos libros en esa línea. son absolutamente necesarios. Estamos ante un cruce, ante un conflicto de decisiones entre lo que se puede hacer científicamente, que es mucho, y lo que se puede hacer moralmente. recortar la ciencia o la moral puede ser peligroso. Hace falta un gran equilibrio entre la dimensión científica y la ética.

La liebre de la ciencia corre bastante más que la de la ética.

Muchísimo más. La biomedicina corre muchísimo. Y la defensa del hombre es mucho más lenta. Incluso cede terreno. No es que vaya más despacio, es que a veces, sencillamente, retrocede y, sin duda, eso constituye un problema muy grave.

La realidad va por otro lado, aunque haya determinados consensos sociales.

Claro, y además los consensos se producen con mucha dificultad. No se trata de discusiones sobre el ancho que debe tener una carretera o a propósito de la presión fiscal más conveniente. En torno a la biomedicina se legisla sobre problemas que afectan a la esencia del hombre y su visión de la vida y de la muerte. Están en juego planteamientos de fondo sobre el aborto, la eutanasia o la educación que, claro, está ligada a todo eso. Ahí están jugando su papel los deberes de cada cuál como ciudadano y como persona. Son, obviamente, terrenos de una gran sensibilidad.

Volviendo a las liebres.

No hay sincronía entre el avance científico y el moral. Los científicos avanzan, por entendernos, a tumba abierta; los moralistas van mucho más lentos.

Y lo mismo los juristas.

Y los juristas y los filósofos que, además, se meten palos en las ruedas unos a otros. Para estas cosas hace falta un gran debate social que realmente no existe. Estas cosas de vida o muerte no son de ricos o pobres, listos o tontos, izquierdas o derechas, sino de los seres humanos, de los ciudadanos, en general. La cuestión no es saber quién va a ganar la Liga, son cosa mucho más importantes y profundas.

Aunque suene catastrofista, se diría que en esos campos del saber y de la práctica cotidiana vamos cuesta abajo y sin frenos.

El Papa dice que el problema es el relativismo. Da todo igual. Hay una amplísima permisividad. Poner cualquier barrera o el simple ofrecimiento de una orientación se considera que es malo. Se va al individualismo puro, de manera que lo que es bueno para mí lo es para los demás o debe serlo o, en cualquier caso, me da igual.

Pero la simple negativa no es la solución.

Es verdad. Haría falta otras cosas. Esa es una cuestión muy interesante. La moral como educación de la conducta, como reflexión, no puede ser negativa y sólo de recortes. Hay que ir a una moral constructiva. Eso no quiere decir que no tenga límites y fronteras. Hay que estimular creativamente las aportaciones salvando, si es posible, a cada cuál de los abismos pero dejándolo caminar porque, inevitablemente, va a caminar. Eso sí, hay que orientar en la buena dirección.

¿Qué opina de la eutanasia?

El Código Penal no cita la palabra eutanasia. Es importante tener eso en cuenta. En el artículo 143 se recogen las conductas de participación en la muerte de otro. Es muy curioso y creo, además, que en todo esto hay una mixtificación, querida, de conceptos. El Código Penal, discutible seguramente, es lo que tenemos. Habla de cuatro formas de participar en el suicidio de otro, en la muerte querida de otro, porque, de lo contrario, se trataría de un homicidio o de un asesinato. Habla primero de inducción y se refiere a alguien que no quiere morir pero otro le convence. No es algo impensable, le dicen a alguien mil veces que es una carga, que estorba, que no vale para nada y, al final, se suicida. Otro grado es el de colaboración, de cooperación necesaria al suicidio. No se debe olvidar que el suicida siempre quiere morir. Es el caso de una persona paralítica y a la que otra le prepara en un vaso un veneno y se lo da. Es un cooperador necesario. Otro caso, es el de la cooperación ejecutiva, ponerle una inyección letal en vena a otro y el cuarto supuesto es la eutanasia, comúnmente entendida en que una persona, en unas determinadas circunstancias, con una enfermedad que le llevaría pronto a la muerte o que padece dolores insoportables, pide a otra, de forma expresa e inequívoca, que le quite la vida. Eso es la eutanasia. Es importante distinguir entre esos cuatro aspectos porque si no, se habla de cosas distintas con un mismo nombre equívoco.

Y lo que no está en el Código Penal

Por ejemplo…

La sedación

No se pueden meter nunca en ese saco otras cosas. Se habla de eutanasia activa “per se” y también de eutanasia pasiva y de eutanasia indirecta. No son formas de eutanasia realmente. La pasiva se produce si se quita un tratamiento o no se administra algo. La indirecta responde al caso de quien sufre dolores insoportables y se le da un fármaco que es paliativo y que posiblemente le acorte la vida, aunque lo que buscas es lo otro y el acortamiento es sólo una derivada. También hay que considerar el encarnizamiento terapéutico. Los tratamientos que no recuperan ni hacen bien al paciente pueden suponer un encarnizamiento o una obstinación terapéutica. Desde mi punto de vista lesionan la dignidad de la persona. La vida humana es limitada y antes o después uno se va a morir, así que no tiene sentido prolongar la vida a costa de más sufrimientos cuando se agoniza y no hay remedio.

El problema son los deslizamientos a partir de la teoría.

La disponibilidad de la vida es el gran tema de fondo. Suena patrimonial hablar de disponibilidad. Es algo interesantísimo.

Un suicida se quiere tirar por una ventana y la policía y los bomberos se lo impiden, pero en algunos hospitales le facilitarían las cosas.

Hay un derecho, que se abre camino, a renunciar a los tratamientos. A un paciente le ofrecen éste o el otro y responde que no quiere ninguno. O el caso de De Juana Chaos. Desde mi punto de vista, el Estado no le puede alimentar a la fuerza.

¿Por qué?

Sí, en defensa de sus ideales, De Juana Chaos quiere morir de hambre y le obligan a comer, le dan un trato injusto desde un punto de vista jurídico. Se ha luchado tanto por la autonomía y resulta que a quién la quiere ejercer se le impide.

¿Y el suicida de la ventana?

A lo mejor impedirle que se tire es, desde el punto de vista jurídico, una coacción. El suicidio, en el tratamiento jurídico no es un acto ilícito. Si alguien se intenta suicidar y no lo consigue, no se le sanciona. Es un ejercicio de libertad. Ahí está la cuestión. Caben tres posiciones. Ciertos penalistas y constitucionalistas dicen que el suicidio no sólo es un acto de libertad, sino que es un derecho. Y si es un derecho, uno puede pedir a otro que le mate o si lo hace no incurre en delito. Sobre todo si es un derecho incluso constitucional como dicen algunos autores. Otros afirman que el suicidio es un derecho pero solo ejercitable por uno mismo. Y una tercera posición sostiene que no es derecho pero es un acto de libertad luego nadie puede pedir a otro que lo mate. Está en marcha una campaña para despenalizar la eutanasia, para que nos e castigue. Seguro que se plantea en la próxima legislatura.

Pregunto al sacerdote. La ciencia se ha vuelto crecientemente peligrosa, al menos desde el primer lanzamiento de una bomba atómica. ¿Esa circunstancia va a reintroducir en la sociedad la fe?

Creo que sí. El hombre, en los momentos, digamos, normales de su vida, con frecuencia pasa de la fe. Pero cuando se pone ante el muro no es así. Como dice Karl Rahner, el hombre del futuro será o místico o suicida.

O moralista.

Como señala Hottois, la llegada al primer plano de la actualidad de la bioética pone de manifiesto una mutación profunda de la naturaleza y posición de la medicina. La cuestión es: ¿puede la medicina intervenir sobre el ser viviente humano en el sentido de llegar a ser un artífice contra natura y de sobrepasar los límites, los órdenes y los procesos naturales? Soñemos con ciertos aspectos de la procreación, con la medicina del confort, con la medicina deportiva, la cirugía plástica y con todas las intervenciones tendentes a combatir la vejez o incluso en las intervenciones que necesitan más imaginación pero que son perfectamente posibles a medio plazo, las eventualidades genéticas y proféticas de mejora de las realizaciones naturales. En esa perspectiva, ¿es necesario distinguir entre la medicina con su filosofía terapéutica tradicional y la biotecnología humana con su filosofía prometeica, individualista, libertaria o utópica? Este debate será probablemente cada vez más el debate central en el curso del siglo XXI.

En España se practican 80.000 abortos al año.

Es resultado de la banalización de la vida humana. La sacralidad de la vida humana se convierte en la calidad de la vida humana. La Iglesia católica se opone frontalmente al aborto con razones muy sólidas. No es un planteamiento tribal de gente que toca el tam-tam como a veces se dice. Defiende la vida radicalmente.

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