El nombramiento de don Francisco Cerro como obispo de Coria-Cáceres confirma el perfil de obispos que la Santa Sede quiere para este momento de la Iglesia Española: el tipo de sacerdote que plasmó el Seminario de Toledo.

El nuevo obispo, director del Centro de Espiritualidad Sagrado Corazón de Valladolid, ingresó en 1974 en el Seminario Diocesano de Cáceres, donde terminó el Bachillerato y realizó sus estudios de Filosofía eclesiástica y en 1978 se trasladó al Seminario Mayor “San Ildefonso”, de Toledo. Fue ordenado presbítero el 12 de julio de 1981 en la Santa Iglesia Catedral Primada de Toledo por imposición de manos de S.E.R. D. Marcelo González Martín, Cardenal Arzobispo de Toledo.

¿Qué significación tenía en los años setenta y ochenta el “huir” de su seminario diocesano para ingresar en el Seminario de Toledo? Lo contaba un conocido blogger, fustigador implacable de obispos que muestran la más mínima permisividad en su misión de mandar y condenar, en la fiesta del seminario de este año: Haberse formado en el catolicismo más tradicional en contra de la apertura seguida por los demás obispos españoles, en la teología de más rancia ortodoxia, en la piedad más barroca y en la ideología integrista más nacionalcatólica. Y haberse mantenido unidos en una especie de liga sacerdotal para restaurar en España ese tipo de catolicismo. Que es por el que desde Roma se está optando, como se demuestra por los recientes nombramientos de Munilla y Cerro y de otros de carácter parecido.

Es evidente que se quiere restaurar la situación “a otra Iglesia posible”: la de Pío X o la de Pío XII por lo menos. Aunque sea yendo a contracorriente de las tendencias del mundo que tienden a revisarlo y reformarlo todo, a aceptar la laicidad y el pluralismo. Decía mi maestro Légaut a los obispos franceses cuando en los años ochenta empezaba la tendencia de la Iglesia hacia la restauración preconciliar: “No sé si os dais cuenta de que, con la excusa de los excesos del Concilio, estáis devolviendo a la Iglesia a la insoportable situación de aislamiento que hizo necesario el que se produjera un Concilio de aggiornamento”.