Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

¿UNA ENCÍCLICA DE ANTEAYER PROGRAMA PARA EL MAÑANA?

25-Enero-2006    Antonio Duato

Ya tenemos la primera encíclica de Benedicto XVI que se supone programática para el futuro de la Iglesia y del mundo. El título no puede ser más bonito. Dios es amor. En minúscula. Y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él. ¿Pero cómo van a ser acogidas las elucubraciones del papa sobre el amor por el hombre de hoy?

Sólo he podido hacer una lectura rápida, suficiente para conocer el contenido y algunas expresiones de su texto. Invito a leer el texto completo, con buena voluntad pero sin dejar de utilizar la propia cabeza, las propias experiencias y la sensibilidad de hombres y mujeres de hoy. Eclesalia también lo ha publicado y enviado a muchos por correo electrónico.
Por ahora, sin hacer una definitiva valoración personal que cada uno deberá hacer pues este es un texto importante para un cristiano pero no un dictado para acoger con papanatismo, yo me limito a hacerme estas preguntas:

¿Se puede amar de verdad -entrega y acogida incondicional de la otra persona-, sin necesidad de concienciar a Dios? ¿Se puede amar así, más allá del eros en un amor conyugal, sin ser de sexo diferente o en un matrimonio no canónico? ¿Si uno ama como el samaritano, es verdad que Dios está ya en él? ¿O, más bien, ese amor total es un teórico monopolio de los creyentes y cumplidores de la moral católica? Me parece que la encíclica es muy restrictiva y confesional.

¿Por qué para tratar de eros, sexo, cuerpo y amor (ya que mucha experiencia personal no debe tener de ello) no se ha documentado y referido a la fisiología y la psicología modernas (a las que para nada alude), sino a las nociones del mundo antiguo -Virgilio, Aristóteles…- y de la escolástica? Al leerle con sus distingos de amor concupiscentiae y amor benevolentiae veía al pedante e ignorante seminarista teólogo que era yo hace cincuenta años. Del mismo viejo creyente y místico Marcel Légaut (El hombre en busca de su humanidad) hubiese podido recoger fórmulas más existencial sobre cómo se da ese paso del eros al amor de forma natural y cómo es una invitación a la plenitud de ser.

¿Por qué esa ausencia casi total de análisis de los problemas en los que se debate hoy el hombre y de las injusticias -desamor estructural- de nuestra sociedad? Sólo algunas referencias a la doctrina social de la Iglesia y a la ley natural en que se deben inspirar los políticos ¿No es verdad que el modelo de Iglesia que se perfila para el futuro es casi exclusivamente el de la Madre Teresa (citada varias veces) y para nada el de Oscar Romero y otros millones de cristianos verdaderamente comprometidos, por amor, con los oprimidos, cristianos de los que tanto recela “el activismo y el secularismo”?

A lo mejor otros me hacen descubrir secretos y perlas escondidas en esta encíclica. Pero mi primera impresión -y estoy dispuesto a rectificar- ha sido deludente y confirmadora de que caminamos hacia el pasado -el anteayer- devoto y asistencial de las comunidades cristianas, hacia el nuevo gueto. Y lo siento. Me dice mucho más y me ayuda mucho más a plasmar el Dios amor en el mundo de hoy el texto de Jaume Botey que precede a éste en la misma página.

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