Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Un enfoque novedoso de la EpC

05-Julio-2007    Atrio
    Entre tanto material que se está acumulando en este gran Debate Nacional en torno a la Educación para la Ciudadanía, nos ha parecido interesante este enfoque rompedor que propone que debría ser el lugar en el que se preguntase el radical "¿para qué?" de profesiones e institciones. Nos recuerda a Ivan Illich…

 

A propósito de la “Educación para la Ciudadanía…

La Ética Profesional

A partir del Análisis Socio-Político

Por Martín Barbero Manzanal

Un somero análisis sociológico muestra que muchas profesiones, establecidas para asegurar a los ciudadanos determinadas funciones o necesidades en la sociedad, producen disfunciones o dificultades (lo contrario para lo que fueron establecidas) que a veces les hacen pensar: ¡maldita la gracia de tener que contar con ellas para sus asuntos e intereses!
Es normal que cualquier actuación humana produzca disfunciones, a la par que funciones para las que se emprenden: "Quiero comprar el coche, pero tendré que ajustar mi presupuesto y prescindir de otras cosas…". Lo malo está cuando las disfunciones son mayores que lo tolerable y, sin embargo, no puedes prescindir la actuación: "Quiero / necesito estar informado, pero no puedo impedir que los periódicos, la radio o la televisión me intoxiquen". "Quiero / necesito conseguir un derecho de la Administración, pero el proceso viene a ser tan costoso o penoso que no me merece la pena, por lo que renuncio a mi derecho, o no puedo renunciar, por lo que debo afrontar la penosidad de dicho proceso llamado profesional".
¿Existe un análisis (socio-político ‘institucional’) de las funciones y disfunciones que se producen en las actuaciones profesionales?
Las profesiones se enseñan de manera ‘positiva’: el Derecho parte de la legislación positiva, se enseña para ser aplicado, produzca lo que produzca, aunque en muchos casos produzca disfunciones o perjuicios para el ciudadano mayores que los beneficios que se proponía la Ley al ser creada. Nadie estudia sociológica (y políticamente = civilizadamente) qué efectos (beneficiosos y/o nefastos) está produciendo.
Las actuaciones profesionales, más allá de las normas y su aplicación, está regida por intereses profesionales, ‘de los profesionales’. No examinan (críticamente) los efectos que originan o producen. Los profesionales suelen invocar ‘las normas’ para escudar su interés ‘profesional’ corporativista. No existe un análisis sociológico (y, si se quiere, filosófico, ético, político…) de los efectos satisfactorios o insatisfactorios para la sociedad, para los ciudadanos, que es lo que justifica la existencia e institucionalización de la profesión, un análisis que mostrara las condiciones (la Ética) que justificaría dichas actuaciones profesionales. Un periodista que se equivoca, que prejuzga, que interfiere bienes inajenables de la persona o del grupo, en virtud del derecho a la información, y la ‘profesión’ o la sociedad no hace un análisis profundo de lo que realmente se produce, es un ejemplo de lo que queremos decir.
Como las profesiones se forman en la Universidad, nos meteremos en (o con) ella. Las profesiones se enseñan de manera ‘positiva’: "Esto es lo que hay. Estúdiatelo y después actúa como los profesionales que ya están ejerciendo". Pero ¿existe (o no hay) un enfoque ‘ético’, socio-político, que enmarque la misma existencia de la profesión y las condiciones de actuación de los profesionales? Pues no, señor.
Viví otros tiempos en algún lugar de este mundo en que se planteaba socialmente (sociológica y políticamente…) este problema (la razón de ser de las profesiones, su actuación, su justificación y su permanente vigilancia crítica de sus funciones y disfunciones…), y allí se vivía una experiencia interesante: una Universidad comprometida. En todas las profesiones (Facultades y Escuelas) existía un instituto de “sociología de la(s) profesión(es)”: "Qué pretende el Derecho (o la educación, o la medicina, o el Periodismo…) y qué produce ¡en realidad!". Y había institutos interdisciplinares o interprofesionales, donde se estudiaban realidades complejas, donde confluían varias profesiones: el urbanismo, la salud, la empresa, la vivienda…   
 Tres eran tres… los poderes del estado. Tres…-cientas mil son las instituciones, profesiones, grupos y formaciones sociales constituidos como poderes socio-políticos, que tratan, ¡y lo logran!:
1º instalarse e instalar su poder en la sociedad,
2º constituirse en ‘cuerpo’ organizado, con prerrogativas (poderes) y reconocimiento institucional, y
3º establecer un coto exclusivo, en el que tiende a campar por sus respetos.
En ese coto exclusivo, los miembros de esos poderes constituidos en institución social e instalados como profesionales de la misma, ejercen su poder (su tiranía) amparados en un entramado ‘normativo’ (legal, para-legal o extra-legal) que les hace impunes al control social.  A través de su Lenguaje críptico, enrevesado y enigmático, que sólo ellos entienden o manejan con soltura, escamotean la realidad, o las reglas de funcionamiento de esa parte de la realidad que corresponde a esa su profesión, de modo que (o para que) los pobres mortales, outsiders (legos en la materia), foráneos (de ‘fuera’), no entiendan nada, no puedan actuar por sí mismos y tengan que depender de ellos y/o recurrir a ellos para solucionar sus asuntos.  Cada vez los ciudadanos de a pie pueden hacer menos en la sociedad por solucionar sus problemas de vida sin recurrir a ellos.
Para que el lector tenga algunas fáciles referencias, piense en políticos y funcionarios, jueces y abogados, educadores, médicos, sacerdotes (también, sean teólogos, pastores, catequistas, limosneros o filántropos…), técnicos de todo tipo (llámense informáticos o registradores, electricistas o fontaneros…).
Piense en:
-      el mundo jurídico: Jueces, Oficiales de los Juzgados, Fiscales, Abogados, Procuradores, Registradores, Notarios, Registradores, Corredores, Peritos…
-      el mundo de la Salud y de la medicina (personas y productos…)
-      el mundo de la Educación formal (que cada vez copa más campos, hasta el ocio…)
-      el mundo de la Información y de los medios de comunicación…
-      el mundo de la Vivienda
-      el mundo de la Informática y de las técnicas…
-      el mundo de las Iglesias, de sacerdotes de todo tipo, de las ciencias crípticas…
-      el mundo de los Militares y de Policías…
-      el mundo de la Política, de los Partidos, y de la Administración (de administrar, controlar)…
-      el mundo de los grupos de ‘presión’ o poder económico, organizaciones empresariales, sindicales, colegios profesionales y corporaciones, la banca…
-      el mundo y los profesionales de …
Cada profesión y cada uno de los profesionales tienden a adquirir y consolidar posiciones de poder creciente, a base de marcar un campo ‘prohibido’ y/o acotado a los ajenos, haciendo muy difícil a los ciudadanos moverse y resolver sus problemas en él.  Las ’profesiones’ y los profesionales necesitan el poder para hacer más eficaz su actuación, pero también buscan hacer su poder cada vez más incontrolado, independiente de trabas, aun a costa de los ciudadanos.  Y para adquirir poder, lo hacen ‘profesionalizándose’ y ‘profesionalizando’ su campo cada vez más, de forma que cada vez más los pobres mortales se sientan más incapaces y no puedan prescindir de ellos ni puedan compensar o controlar su poderosa actuación.
La profesión, o la pertenencia a la institución, imprime carácter: con tal de pertenecer al cuerpo, el profesional, o el funcionario, vale, aunque no valga.  Y los demás lo asumimos así: ‘lo ha dicho el médico…’.
Pero “al cuerpo” (a la profesión) no se entra fácilmente, esa es otra regla: hacen difícil el acceso.  Generalmente se exigen conocimientos, que cada vez se hacen más enrevesados, de modo que la profesión aparezca cada vez más importante y de modo que los ‘outsiders’ o ‘foráneos’ (la mayoría de los ciudadanos) estén cada vez más despistados e “inhabilitados” para participar.
Esto produce una apropiación de los intereses: asumen los intereses de los ciudadanos como suyos, pero no son sus intereses, en parte sí y en parte no, tienen sus propios intereses mezclados, que los persiguen al tiempo que persiguen los suyos.  Pero lo que resulta, en la cuenta final, es que prevalecen “sus” intereses particulares, “sus” intereses corporativos, sobre los de los ciudadanos.
Esto produce ‘una mafia’:
-   0, al menos, así lo parece al outsider
-   No puedes salir de ella, estás encerrado, tienes que contar con ellos a la fuerza, no hay otra solución
-   Ellos dominan el campo y las condiciones o las reglas del juego
-   Se defienden unos a otros: no se critican, se tapan, están conchavados
-   Se aprovechan para cobrar lo que les parece, o lo que les permite su posición privilegiada, su posición en la sociedad y su posición más o menos alta en el ‘cuerpo’
-   Tienes que mantenerlos
-   Tienes que mantener su colegio o universidad
-   Tienes que mantener el colegio de sus hijos, su seguridad social, su jubilación
-   Tienes que pagarles unos aranceles fijos, sin dar lugar a la competencia del mercado, no la admiten…
Es el ‘Corporativismo’.  El corporativismo no tiene control, o lo administra en beneficio del cuerpo y de sus miembros.  No admiten, o hacen ineficaz, control alguno, ni por parte de los usuarios, ni por parte de la sociedad.  Generalmente buscarán autocontrolarse ellos mismos, o no controlarse demasiado, buscando todas las disculpas, generalmente en la línea de su necesidad o ‘imprescindibilidad’ social, de su especialidad, de su importancia…
Lo único que admiten o buscan fuera, por parte de la sociedad, de la Administración…, son controles a su favor, que garanticen más y más su poder, el control de su campo.
Pero existe otro efecto perverso producido por esta ‘inhabilitación’ de los ciudadanos en la mayor parte de los campos de sus necesidades, y es que los ciudadanos simplemente ‘renunciamos’: nos resignarnos a depender de los especialistas para la resolución de la mayoría de nuestros problemas, de nuestras necesidades y problemas individuales y de las necesidades y problemas sociales.  De esta forma los “ciudadanos” nos convertimos en fantoches.
Algunos ejemplos:
-  Tenemos que ayudar a nuestros hijos a encontrar el puesto de trabajo tan ansiado, y
esperamos que sea la escuela, o el Inem, o la Empresa de Trabajo Temporal, o la Consultora de Selección… quien nos solucione el problema.  No sabemos, ni siquiera se nos ocurre, que tiene que ser nuestro hijo, él mismo, quien busque puestos de trabajo, pregunte por ellos, se oriente y dé la batalla por conseguirlos.
-  Somos directivos, o mandos, en una empresa y tenemos problemas de personal, y no se nos ocurre más que acudir a ‘Personal’, para que nos los solucione.
- Existe un problema de terrorismo en el País Vasco, y esperarnos que los políticos y, especialmente, la policía, lo solucione.  No se nos ocurre nada a hacer personalmente, estamos totalmente fuera del problema y de cualquier cosa a hacer.

Soluciones

Soy un ‘out-sider’ de la mayoría de las instituciones o profesiones a las que he aludido, pero he de ser consecuente y asumir la responsabilidad de una contribución personal, de ciudadano responsable.  Se me ocurren algunas soluciones y las expongo con el ánimo de que otros sugieran otras más perspicaces.

1 .   Una solución podría ser crear otros ‘cuerpos’ que controlen a las instituciones y profesiones, que controlen a los funcionarios (dicho sea sin ánimo de ofender) y a los profesionales de alguna manera: crear sociedades de consumidores, potenciar el papel controlador de las organizaciones más o menos representativas en cada estamento, por ejemplo, los sindicatos; desarrollar una dirección basada en equipos, que aglutine en la dirección intereses representativos de diversas profesiones; crear o fomentar (en ayuntamientos, hospitales, juzgados … ) oficinas de defensa del ciudadano…

Esta solución lleva en sí el germen de lo que tratamos de evitar: a su vez, se ‘profesionalizarán’, pero pueden servir provisoriamente. Podrían ser un buen revulsivo y un entrenador de una nueva conciencia ciudadana más pro-activa o, al menos, re-activa frente a las disfunciones de los cuerpos sociales corporativistas.  Pero sería como acudir a ‘bufetes’ especializados en cómo funcionan los intríngulis de las ‘profesiones’ para sacarnos las castañas del fuego. Cuando son ellos quienes nos las están quemando, es decir, se crean otros especialistas inhabilitantes, que a veces son del mismo ‘cuerpo’ (Abogados con abogados, Ingenieros con ingenieros, etc.).
Pero serán necesarios: si estás en el RAE, no basta con que lo pagues, es todo un misterio salir de él, tienes que buscar al especialista para que te saque de él. Sería interesante saber quién y cómo podría llamarles la atención y controlarles.
2.    Juristas, informáticos, médicos, educadores, etc. utilizan un lenguaje críptico, ininteligible para los profanos…, para defender y afianzar su poder. Habría que rechazar cualquier informe no inteligible para el común de los mortales… Un caso típico es el del derecho (abogacía, fiscalía, judicatura, notarios, registradores, peritos de todas clases … ) marcan su campo, se hacen imprescindibles, y uno de sus más valiosas armas es su lenguaje abstruso.
La profesión jurídico-judicial ha profesionalizado tanto su coto que, no sólo a los pobres mortales se les hace imposible adquirir un mínimo de soltura para moverse en su campo, sino que, incluso los representantes del pueblo, los encargados de legislar, se las ven y se las desean para prevenir todas las trampas que los juristas pueden utilizar para hacer inoperantes las leyes pensadas para salvaguardar los derechos y promover el bien común.  E incluso se las arreglan para sacar de esas leyes, a través de sus trampas y su poder, lo contrario de lo que las leyes pretendían.
3.         Prescripciones, plazos, reglamentaciones, ‘procesos’, en suma, les sirven para que lo substancial de la ley se malogre y se pierda, por su habilidad para escabullir el propósito de la ley.  De esta forma se perjudica lo que verdaderamente se pretendía al crear la ley y al tratar de hacerla cumplir.  Y, lo que es peor, desanimando a los legisladores y a los que esperaban que, a través de la legislación y del derecho, podrían perseguirse objetivos benéficos para la sociedad.
Me pregunto cómo podría señalarse a los juristas y jueces una escala de valores, que se someta su poder a controles objetivos, no sólo formales: el objeto de la ley no puede valer lo mismo que las formas en que debe aplicarse.  Ciertamente, las normas del proceso han de seguirse, porque a su vez garantizan derechos, pero su defecto o incumplimiento no debieran anular el objeto principal de la ley.  Las normas de proceso habrán de ser respaldadas con responsabilidades y penalizaciones, pero no deben servir para escabullir la ley y su objetivo principal.
Es imposible pensar en prevenir todas las trampas que todo un cuerpo, como el jurídico-judicial, tan especializado y tan celoso de su independencia y tan satisfecho de su poder, es capaz de pensar e idear: pongámosle, por tanto, un tope, que respeten el objetivo principal de la ley.  Que se castigue y corrija el defecto de forma o los defectos procesales, pero que no se dejen de lograr los objetivos principales de la ley.  Este debería ser un valor prioritario.  Si no, todo es un cachondeo.
4.    La preeminencia de la institución sobre la ética se da igualmente en prácticamente todas las profesiones, en diversos grados.  El periodista, en virtud de no sé qué derecho a la información, mentirá y no se desdirá aunque arrase con personas y vidas. La administración se cerrará a corregir a un funcionario, o a su sistema informático, en virtud de su papel social, aunque el perjuicio que origine sea inmensamente mayor que el bien que persigue. Y ya sabemos cómo se ha blindado la administración frente a los que osan luchar contra ella. ¿No sería posible introducir criterios éticos que moderasen esos poderes exorbitantes?
5.    El control social, en todos los niveles, incluidos los de los cuerpos sociales señalados (desde el profesor en la escuela, la enfermera en el hospital, el auxiliar de justicia en el juzgado … ) es el único medio de meter en cintura, en una cintura ética, a los poderes inhabilitantes.
6.    El control social necesariamente pasa por los medios de comunicación, y éstos apenas informan en detalle y profundidad, las noticias no suelen dar información suficiente, o suficientemente válida.
7.    Los cuerpos representativos (sindicatos, consumidores, vecinos…, no digamos los cuerpos políticos) tienen un gran papel.  Esperemos que sepan cumplirlo,

Y ¿desde aquí, a dónde?
Una solución básica: un enfoque para la “Educación para la Ciudadanía…”

Proponemos un enfoque de Educación para la Ciudadanía a través y a partir de la Sociología de las profesiones.  

Las ventajas de nuestro enfoque:

1.      Frente a una educación “teórica”, basada en la ética, la moral, la urbanidad, incluso la normativa (leyes…) proponemos basar la educación a partir de la reflexión de lo que sucede, de porqué sucede, de sus causas y raíces…, y  de las sugerencias de cómo debería / podría ir mejor…

2.      Frente a la historia, a la experiencia acumulada por la sociedad…, proponemos una profundización del conocimiento de cómo funciona la sociedad realmente, de cómo la sociedad organiza las ramas de solución práctico funcional (“las profesiones”)…

     

3.      Frente a partir del “debe ser”, propongo partir de “lo que es”, del conocimiento de lo que sucede (enfoque sociológico, sociología de las profesiones…)  para reflexionar y hacerse consciente…
     

4.      Frente a la cultura (como acumulación de saberes y formas de solucionar retos sociales y vivenciales…, desde la niñez, pasando de la juventud, del flirteo, noviazgo y matrimonio, y alcanzar los conflictos de pareja y sociales, y de la jubilación y la mayoría de edad…, o de los mayores…), propongo reflexionar sobre esas “formas de solución” (formas culturales…, ¡culturas!) para ver lo que funciona y lo que no, o lo que funcionó hasta ahora y lo que debe cambiar para que siga funcionando…
    

Cómo enmarcar un enfoque de la “Sociología de las Profesiones”
en programas de “Educación para la Ciudadanía”

Este enfoque de Educación para la Ciudadanía, a través y a partir de la Sociología de las profesiones, supone un cambio – que llamaríamos copernicano – para educar las virtudes ciudadanas: partir de la observación de la realidad para reflexionar sobre las exigencias en la vida. 

El enfoque de educación para la ciudadanía que proponemos necesariamente tiene algo que ver con la “filosofía” social, con la “historia”, con la “literatura”, con la “moral”, con la “ética” y la “religión”, con la organización social y la política en realidad…, pero no es eso, no es “filosofía”, ni “historia”, ni “literatura”, ni “moral”, ni “ética” ni “religión”, - incluso, a veces puede convertirse en un anti… -, es, en cierto sentido, lo contrario, es con frecuencia una desmitificación, y con frecuencia será o llevará a un compromiso “revisorio”, es una reflexión sociológica creativa y motivadora, no una “educación” de “lo que debe ser”, de forma “establecida”, de lo que es “de libro” estilo “manual de urbanidad”, sino de lo que los alumnos construyan, como algo propio y asumido, tratando de construir la nueva sociedad…

Este enfoque es motivador, porque hace a los alumnos moverse en temas que le son familiares, que ya conocen, que viven a diario, en su casa, hacia los que están sensibilizados, para bien (lo que funciona) y para mal (lo que no funciona o lo que deja mucho que desear…), lo cual supone formar la conciencia crítica de los jóvenes futuros ciudadanos…

Esto supone que la escuela, la educación para la ciudadanía, se erige en una auténtica escuela de de pensar y decidir democráticamente lo que es bueno y se debe, y lo que queremos, y que nos permitan equivocarnos si es preciso…, pero ¡que nos permita procurar que nos equivoquemos lo menos posible, y que seguramente nos equivoquemos menos que lo que nos imponen, en nombre de eso, de lo establecido, “que nos resbala…”, de la religión, de la moral, de la rancia ética,.., etc., etc.

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