Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

EUCARISTÍA Y ECO-JUSTICIA

07-Febrero-2006    Atrio
    Esta reflexión del profesor Juan Masiá fue, originariamente, una intervención en la mesa redonda interreligiosa sobre ecología, justicia y espiritualidad celebrada el 20 de abril de 2005 en el Colegio Mayor «Chaminade» de Madrid. Ha sido transcrita y comentada por Carmen Segura

En el marco de un simposio sobre las religiones y su relación con la justicia social y los problemas ecológicos, me han pedido que presente brevemente la motivación en cristiana para comprometerse con la acción por la justicia y la protección del ambiente. ¿De dónde brota, en el caso de los católicos, el compromiso con lo que desde hace muy poco llamamos eco-justicia: es decir, la acción social para promover la vida, la paz y la justicia, así como también para proteger el medio ambiente?.

Mencionaré tres fuentes de las que brota dicha motivación:

a) el recuerdo de las comidas de Jesús en la memoria práctica de la celebración eucarística o comida de gracias;
b) el reconocimiento arrepentido de su olvido en la historia de la Iglesia;
e) la renovación de esta memoria, gracias a movimientos surgidos en la base y asumidos luego por toda la Iglesia.

Diré una palabra sobre cada uno de estos tres.

El recuerdo de las comidas de Jesús
Jesús toma pan y vino en sus manos, levanta la vista a lo alto para agradecer el don de los frutos de la tierra y extiende la vista a su alrededor para agradecer los resultados del trabajo humano. A continuación, los distribuye e invita a los suyos a compartir y repartir: «Acordaos de mí… Haced lo mismo… Dadles de comer».
La celebración fundacional de la comunidad cristiana reunida es una comida de acción de gracias. De ahí sale la comunidad, enviada a formar una sociedad de compartir y repartir. El trigo y la uva se transformaron en pan y vino por el trabajo de muchos hombres y mujeres. El pan, el vino y lo que ellos representan simbólicamente, la vida diaria de las familias y la sociedad, se consagran, es decir, se transforman para significar una nueva vida, la Vida con mayúscula. La comunidad se siente llamada a cuidar de la vida, de la tierra y del ambiente, así como de las relaciones humanas, familiares y sociales; es una misión, por decirlo con sólo dos palabras, de gratitud y responsabilidad: de la gratitud por el don brota la responsabilidad para cuidar la vida, la tierra y el ambiente, la sociedad y las relaciones humanas. Por tanto, la celebración de la eucaristía es inseparable del compromiso social y ecológico; son inseparables la gratitud por el don de la vida y la responsabilidad de cuidarla en la vida diaria; son inseparables el culto y el cuidado del planeta.

El reconocimiento del olvido
Hay que reconocerlo. Los creyentes hemos olvidado y traicionado, en diversas épocas y lugares, esta tradición de celebración y praxis, inspirada por las comidas de Jesús Se han producido, pues, dos desfiguraciones del cristianismo: por una parte, un culto rutinario, separado de la vida e indiferente a los problemas sociales; por otra, unas actividades sociales que no brotan ni se alimentan de la experiencia de fe.
Esto ha ocurrido en diversas épocas y lugares. Por ejemplo, cuando nos hemos puesto de parte de poderes opresores; cuando hemos obtenido privilegios de las clases privilegiadas a cambio de ignorar las injusticias sociales; cuando se ha identificado peligrosamente la Iglesia con un determinado partido político; cuando hemos colaborado a la destrucción del medio ambiente y la explotación desmesurada e injusta de los recursos, cuando hemos justificado guerras injustificables… y un largo etcétera.

La recuperación de la memoria
El tercer punto es más esperanzador: han surgido también. a impulsos del Espíritu de Jesús, en diversas épocas y lugares lo largo de la historia del cristianismo, movimientos de reconciliación y liberación que han recuperado la memoria evangélica perdida.

• Cuando Francisco de Asís inicia una experiencia nueva de comunidad de hermanos y hermanas, un estilo de vida sencillo y frugal y una armonía con la naturaleza, con el hermano sol y el hermano lobo…
• Cuando Bartolomé las Casas y Vitoria defienden a los indios: que no se les quiten sus tierras, que no se les arrebaten sus culturas, que no se les esclavice so pretexto de evangelizarlos…
• Cuando la teología de la liberación nos despierta para que nos pongamos de parte de la humanidad oprimida…
• Cuando empieza a hablar la teología reciente de eco-fenismo y de eco-justicia…
• Cuando la Madre Teresa de Calcuta se dedica a las personas más abandonadas…

Y un larguísimo etcétera.

En todas estas ocasiones, estos movimientos reconciliadores, liberadores y transformadores de la sociedad han sido muchas veces objeto de incomprensión y hasta persecución por parte del gobierno de la iglesia. Otras veces se han asumido aunque domesticándolos o suavizando su empuje. Ha habido también en la historia momentos privilegiados en los que brotes surgidos de la base han sido asumidos por toda Iglesia. Por ejemplo, los siguientes:

• Cuando Juan XXIII el Bueno, a pesar de la fuerte oposición por parte del aparato de la curia vaticana, consigue publicar, en 1963, la carta Paz en la tierra
• Cuando el Concilio Vaticano II, en 1965, hace suyos los gozos y esperanzas de la humanidad.
• Cuando, en 1971, el Sínodo mundial de obispos confirma la inseparabilidad del compromiso por la paz y la justicia con la misión de evangelizar.
• Cuando Pablo VI envía a la reunión de Estocolmo, en 1972, el mensaje comprometido con la ecología.
• Cuando Juan Pablo II, en el mensaje de Año nuevo de 1990, exhorta a la paz con la creación entera y al compromiso con los movimientos ecológicos.
• Cuando, tras el atentado del 11 de septiembre, insiste el Papa en que no hay paz sin justicia, ni justicia sin perdón. y no cesa en los años siguientes de repetir su «no» a la guerra…

Y también aquí un largo etcétera. En todas estas ocasiones la comunidad creyente está recuperando la memoria de las comidas de Jesús.

De todos modos, hemos de reconocer que en los últimos veinticinco años, de predominio del restauracionismo y la involución en el gobierno de la Iglesia católica, se ha repetido el olvido del recuerdo de Jesús al que me referí en el primer punto. La persecución calumniosa de las teologías de la liberación ha sido el ejemplo más patente. Ahora, en estos días de pasar pasar página, querríamos vivir un momento de recuperación , de escuchar de nuevo al Espíritu de Jesús y dejarnos llevar por su impulso para que, una vez más, resucite la esperanza.

    Esta reflexión hablada se convirtió después en el capitulo 25 del libro “Tertulias de Bioética” de Juan Masiá Clavel SJ. Mientras estaba yo haciendo un trabajo sobre la Eucaristía con este libro, me “ Cayó la noticia” que Juan había sido apartado del Decanato del Departamento de Bioética de la Universidad de Comillas y por supuesto apartado de toda cátedra. Solo quiero mostraros la emoción que supuso en mí la simplicidad profunda de este articulo… quizás algunos no lo habrían profundizado. Solo quiero decirle que, en el sufrimiento, una hermana le acompaña y a vosotros que son muchos los veinte años que ha pasado Juan reflexionando en el Japón y en comisiones internacionales y que los pocos meses que le quedaban para la jubilación quizás podían haberse cumplido. Carmen Segura

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