Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Más sobre “intervencionismo” divino mágico

02-Septiembre-2007    Juan Luis Herrero del Pozo

Me parece oportuno añadir alguna aclaración más al texto “Dios, historia y consciencia ¿Ha intervenido Dios en la historia? (publicado por ATRIO el pasado día 1 de agosto) al objeto de salir al paso de interpretaciones inexactas..

He defendido la tesis de que el concepto de intervención divina en la historia, en la conciencia y en el hecho mismo de Jesús es consecuencia de un modo de entender mágicamente la relación de PRESENCIA del ser trascendente en la criatura. Tal Presencia, fundamento último de toda realidad se convierte en acción mágica si se entiende como causa de algún efecto intramundano añadido a cualquier realidad creada, efecto entendido, pues, como un plus de realidad física, psicológica o moral. Me fijaré en un ejemplo de nuestra cosmovisión cristiana, concretamente en el de la Revelación como hecho de una especial intervención divina en la historia.

1. La intervención de la Revelación.

La conciencia humana –en la que se integran todos los procesos mentales, cognitivos, emocionales o volitivos,- es capaz por sus propias virtualidades de producir un inmenso número de juicios o verdades y decisiones. Por ejemplo, indagando en la explicación profunda de las cosas una persona entiende que su propia realidad y la del mundo no encuentran en sí mismas la última base de sentido. Percibe que de ahí no se deduce apodícticamente la existencia de un Dios dador último de sentido pero tal afirmación le parece más razonable que su negación y, por tanto, decide apostar vitalmente por Dios. Hasta aquí todo parece responder a la capacidad natural de la conciencia. No elabora una verdad estrictamente demostrable pero sí una opción de apuesta por el sentido con claras implicaciones en su proyecto vital. Como simple afirmación teórica es un acto de orden filosófico, pero si además se acompaña de una opción de vida coherente con el dictamen valorativo de la conciencia estaríamos ante ‘un acto de fe’, en un sentido estricto y radical. El único acto de fe en la vida religiosa, en el caso de que no apareciera inteligible ninguna intervención divina especial revelando algo y reclamando una adhesión de fe.

2. Esto nos lleva a la consideración de los dogmas cristianos.

La mente humana puede aplicar análogamente a Dios el concepto de persona al considerarla como cumbre de la evolución humana pero nada más. Ahora bien, según el pensamiento cristiano, Dios nos ha comunicado que es Uno y Trino, lo que quiere decir que de alguna manera Dios ha infundido en una o más mentes la especie de que el verdadero Dios es Trinidad. Este juicio surge en la conciencia pero no procede de ella sino que es exógeno, está causado directamente por una comunicación divina sobrenatural. Todo el dogma cristiano es de esta índole: más concretamente, Dios habría comunicado de esa manera misteriosa que Él se identifica con el personaje histórico de Jesús (Encarnación), que la naturaleza humana encierra en su Realidad de criatura la capacidad de negarse a un dictamen de la conciencia pero no la de desdecirse después rehabilitándose moralmente. Sólo de Dios recibe tal posibilidad (Redención). Tampoco dispondría la naturaleza humana de ninguna forma de pervivencia más allá de la muerte, salvo por concesión especialmente gratuita (Resurrección). Todo ello pertenece a ese ámbito de realidades inaccesibles a la mente humana cuyo conocimiento sólo puede ser infundido en ella por comunicación divina. Es la Revelación cristiana, único caso existente a favor de un único pueblo creyente, en todo el universo, a lo largo de millones de años de historia.

3. La Ilustración o el golpe mortal al pensamiento mágico.

Teóricamente y en principio no parece un absurdo que Dios interviniera al margen de las leyes naturales. Comenzamos por reconocer que aún desconocemos sin duda buena parte de ellas y que hoy no es mágico lo que ayer lo parecía… Así hoy no nos parecería extraño la influencia ‘energética’ de una mente sobre otra como, por ejemplo, la transmisión del pensamiento. Si esto es así ¿no habría que apostar ‘a fortiori’ por potencialidades divinas de todo tipo independientemente de las leyes conocidas? Ahora bien, ¿no sería ello algo particularmente inquietante para el progreso y la ciencia? Porque, puesto Dios a intervenir a su antojo, ¿quién sería capaz de averiguar sus límites? Bien es verdad que a medida que avanza la historia sus actuaciones visibles parecen más moderadas. Ya no hay tanta abundancia de milagros como en la Edad Media. Pero…¿y por qué no habría sido la credulidad religiosa la que los ‘fabricara’ y no Dios? Pregunta inquietante en extremo para la fe cristiana. Aquí es donde incide la revolución copernicana del Renacimiento y la Ilustración.

No es que Dios no sea dueño de las leyes naturales por Él creadas y no las pueda transgredir o sortear. Más básicamente, incluso, no es que tengamos conocimiento exhaustivo de dichas leyes como para negar que pueda Dios alojar en el hueco de alguna desconocida una concreta intervención especial. No. Lo que la Ilustración comenzó a descubrir es que las pretendidas múltiples intervenciones divinas se explicaban por la razón, no se habían dado nunca ni existía fundamento razonable para pensar que en algún momento podrían darse, conforme a la lógica de un proceso de pensamiento inductivo. Tales supuestas intervenciones divinas respondían a la arcaica credulidad humana inficionada de pensamiento mágico. El pensamiento ilustrado se desarrolló a medida que el reconocimiento de la densidad y autonomía de lo natural creado ( querido tal por la misma divinidad) iba ganando el terreno a una concepción del mundo directamente dependiente, ‘colgado’ en todo de Dios.

Es de sobra conocido el proceso ilustrado que subvierte la imagen de un cosmos sacralizado:

    -configuración política: el poder no es concedido por Dios al príncipe sino que le viene del pueblo soberano. De la revolución francesa arranca el auténtico concepto de democracia (libertad, igualdad, fraternidad) más bien que de la aristócrata sociedad ateniense

    -configuración social: las clases, el que haya pobres y ricos no responde a ninguna voluntad divina.

Astrofísica: los cielos se mueven autónomamente, por sus propias leyes, sin la asistencia de ningún ángel ni la corrección sobrenatural de ninguna órbita, como se pensaba desde siempre.

La filosofía y las ciencias no eran servidoras de la teología. El pensamiento humano comenzó a emanciparse de la Revelación.

Más que una revolución puntual se trataba de un proceso lento de ir cayendo en la cuenta de que todo cuanto se había atribuido a Dios lo era por la credulidad de la sociedad religiosa inficionada hasta el tuétano de pensamiento mágico. Es la situación en que todavía se encuentran tantas culturas religiosas, Islám incluido, que no han conocido la crisis ilustrada.

De sobra es conocida la declarada enemistad de la Iglesia a semejante proceso que la privaba de su hegemonía absoluta. Resistencia contra la autonomía de lo secular que ha permanecido hasta hace cuatro días en forma de rechazo a todas las libertades modernas, es decir a cuanto huele a autonomía. Por ello la Iglesia se atrincheró en el reducto que nadie le podría disputar, la fe asentada en la revelación divina que le garantizaba la clave del conocimiento esencial y el control por arriba de cuanto la convulsión de la Ilustración le estaba privando: defensa del ‘ancien régime’ en los estados, sospecha contra la democracia, interpretación exclusiva de los libros sagrados, pretensión de infalibilidad, inclusión en el Índice de centenares de libros prohibidos, monopolio interpretativo de la ley natural y de toda moral, tutela incluso de la legislación civil… en una palabra, control de las conciencias en lo público y en lo privado.. El cristiano se compromete a aceptar “todo lo que Dios ha revelado y que la santa madre iglesia nos enseña”. Y directa o indirectamente nada escapa a esta instancia.

4. ¿Dios protagonista principal de la ‘historia sagrada’?

Simplemente apuntado este proceso de liberación, me referiré ahora a alguna tergiversación de mi tesis sobre el pensamiento mágico en ciertos comentarios surgidos en ATRIO, dado que dicho pensamiento es la clave básica para un juicio sobre el “intervencionismo” divino.

He escrito que la magia, en el ámbito del pensamiento teológico consiste en entender la relación de Dios y el cosmos en términos de •”historia sagrada” propiamente dicha, es decir una evolución histórica de la especie humana en la que, después de varios millones de años ‘profanos’, de pronto Dios se convierte en protagonista especial y definitivo. Por su acción protagonista Dios sería causa eficiente de ciertos efectos intramundanos: elección de un pueblo entre muchos, vocación de personas, comunicación de verdades inasequibles, encarnación divina en un embrión de hombre, elección de una iglesia como única tabla ordinaria de salvación, asistencia del Espíritu garante de infalibilidad, transubstanciación eucarística, milagros, liberación de posesión diabólica. En una palabra, intervenciones divinas no sometidas a las leyes físicas o psicológicas de la naturaleza creada por él mismo

Esta es la acción mágica de Dios hacia el mundo. También asimilo a la magia la acción del ser humano hacia Dios por la que aquel produciría un efecto sólo al alcance de la divinidad, mediante gestos, palabras, imprecaciones, plegarias, etc.

5. ¿En qué me fundo para rechazar como mágica e indigna de Dios cualquier intervención intracósmica?

No me atrevería a sacar esta conclusión de ninguna teoría sobre Dios. La teología es muy petulante al pretender tener una teoría de Dios a partir de la lectura de los libros considerados como inspirados. Los libros sagrados no nos describen cómo es el mundo ni tampoco, o menos aún, cómo es Dios sino cómo ir a Él. Por mucho que se repita, la teología sigue sin tomar en serio la verdad de que de Dios no sabemos lo que es sino SÓLO LO QUE NO ES. Por consiguiente no podemos deducir de un determinado concepto de Dios que puede o no puede intervenir en lo creado por muy omnipotente que lo creamos. No es ningún camino deductivo, pues, el que nos puede aclarar las cosas.

Sí, en cambio, la vía inductiva. Ésta es la que fue descubriendo el movimiento ilustrado. Ya hemos visto antes que la Ilustración consistió básicamente en el descubrimiento por experiencia de la autonomía de toda realidad, física, política, social, filosófica, jurídica, moral…Dicha emancipación y autonomía aparecía como la característica esencial del cosmos. Hoy la llamamos secularidad. A cada invento, a cada hallazgo, a cada nueva teoría fue apareciendo que casi todo lo atribuido a Dios tenía explicación intracósmica. De lo cual el pensamiento indujo que todo era así por su propia naturaleza y que no había ninguna razón para que alguna vez fuera de otra manera, para que Dios interviniera en alguna parcela de la realidad. Así se produjo la posibilidad de la ciencia previsora de cuantos acontecimientos se inscribieran dentro de las leyes naturales descubiertas o por descubrir.

He manifestado una reticencia al reconocer que “casi todo lo atribuido a Dios tenía explicación intracósmica”. En efecto, prácticamente nadie en el movimiento ilustrado se podía atrever a negar a la religión su pretensión de exclusiva de lo sobrenatural. ¿Cómo hubiera sido posible tal osadía si ni siquiera hoy se tolera un interrogante serio sobre las intervenciones divinas que se dan por supuestas desde el círculo vicioso de la acción reveladora que las afirma?

6. Dios hizo todas las cosas bien y éstas no precisan retoques.

No voy a detenerme más en este tema. Simplemente diré que quien no se encuentra colonizado por la convicción dogmática de la revelación divina ve perfectamente razonable la tesis de que Dios se ha ‘entregado’ totalmente en la que llamamos ‘acción’ creadora y esa creación total a desplegar en la historia no precisa de ningún retoque o complemento. Dios ha hecho que la criatura sea la que es y que el ser humano sea cuanto más humano más divino.

Si un cristiano piensa que Dios hizo bien las cosas en la creación (valga el lenguaje antropomórfico) y, una vez que descubre que la naturaleza no es estática (que fue un error de apreciación del pensamiento humano) sino esencialmente evolutiva, el cristiano o simple creyente, digo, entiende que Dios ha creado más bien un ‘fieri’ que un ‘esse’ y que tal cosmos ‘in fieri’ contiene germinalmente la totalidad de su realidad plena salvo las modificaciones que aporte la conciencia libre. En el ámbito de lo físico ningún científico va a preocuparse de que alguna intervención divina perturbe su investigación. Se va a dedicar a su tarea exactamente ‘como si Dios no existiese’. Y lo mismo se puede decir de la construcción de la historia. Con una diferencia fundamental. Ahora hablamos de ‘construcción’ no de ‘evolución’ porque entra en juego el factor más imprevisible, la libertad. El papel de ésta va a ser decisivo en la construcción del futuro, para bien o para mal. Ahora bien, dentro de lo creado la libertad constituye una cumbre misteriosa porque tiene algo de capacidad creadora: la opción libre engendra un ‘novum existencial’, quiero decir algo que no está como todo lo demás de la evolución predeterminado en la misma acción creadora de Dios que es, sin embargo, su fundamento óntico (ahí está el misterio de lo discutido en la controversia ‘de auxiliis’ que algún forero de Atrio tildó de ‘chorrada’). Insisto, también en la evolución o ‘fieri’ de la historia en lo psicológico y moral: la conciencia humana dispone de todo lo necesario para buscar y alcanzar la Plenitud como máxima finalidad. Ningún dogma tiene derecho ni punto de apoyo para encerrar en un supuesto ‘fin’ exclusivamente ‘natural’ la realidad creada. Si dispone de todo lo necesario estamos simplemente afirmando la autonomía de la conciencia que no va a descargar en Dios ni un ápice de la propia responsabilidad. Una vez más, también la construcción de la persona o de la sociedad se habrá de realizar ‘como si Dios no existiese’, aunque Él sea siempre el fundamento óptico de todo, el Transcendente-Inmanente. Que precisamente por serlo no necesita intervenir para garantizar el ‘fieri’ de la evolución.

7. La Creación es ya Salvación

Aunque todo está incluido en lo dicho, no va es superfluo retomar desde estas perspectivas una opinión profusamente desarrollada en ATRIO: la especificidad sobrenatural de la acción redentora divina, estrictamente diferente en el modo de acción divina de la modalidad creadora. Por la creación Dios da el ser sin más. Por la acción salvadora Dios atiende a la desviación del pecado que se origina para el hombre desde su precariedad moral. ¡Curiosa manera de entender el misterio de la ‘creación’! Dios da al ser inteligente la capacidad de decisión libre. Pero tal decisión libre para el mal moral no existe para desdecirse de él y arrepentirse. No. La conciencia ‘in fieri’ lo es sólo hasta cierto punto. Después de un pecado se interrumpe su ‘fieri’ y es precisa una salvación, una nueva gratuidad. Demanda una nueva intervención creadora de Dios (la ‘nueva creación’) porque esta vez es de ‘lo sobrenatural’.

Esta teoría no lo es de ningún descerebrado, sino de toda la teología tradicional. Parecería, sin embargo, que una vez que los teólogos en general reducen el ‘pecado original’ no a algún acto pecaminoso puntual sino a la simple condición humana precaria e indigente podrían haber considerado su capacidad de regeneración sin que nadie la tenga que sanar ni preservar de tal condición indigente. No existía, pues, ninguna ofensa infinita a Dios que reparar, ningún ‘status’ sobrenatural anterior que recuperar… ¿Qué escondido mecanismo invita, pues, a la teología tradicional a mantener una necesidad de redención inaccesible a la libertad creada?

Se puede observar que en el constructo mítico de la reflexión cristiana el hecho de quitar un naipe de la base del castillo no acarrea de inmediato la caída del resto. Va a hacer falta tiempo para sanear la construcción de la carcoma de la magia.

En el caso que nos ocupa ¿cuál puede ser el mecanismo que exija mantener el dogma de la redención como contradistinta de la creación? En este punto convergemos con el clásico ‘cur Deus homo’, por qué la encarnación de Dios. Me temo que la respuesta por muy brutal que parezca sería: una vez que hemos identificado a Jesús con Dios, alguna función muy trascendente hemos de asignarle: la de salvador de la humanidad caída. Ahora bien, aquí se acumulan las preguntas : 1) si el pecado original es la simple condición humana precaria y pecadora, la salvación de Jesús no nos ha liberado de ella.. 2) si el amor de Jesús al Padre no nos ahorra nuestra propia decisión, tampoco parece que en esto nos salve. 3) si la salvación de Dios nos llega por su amor, éste se entrega como Don total (¿o sólo parcial?) en el acto creador; a partir de ahí ¿no es todo hermano icono de Dios y fundamento de la salvación humana? 4) Con esta perspectiva no se le priva a Jesús de su ser divino (bien entendido), ni de estar ‘a la diestra del Padre por su resurrección’, ni de ser un prototipo de hombre, ni de su calidad de Maestro por excelencia, ni de que su Vida transparente a Dios, ni de que no sea suficiente una vida de persona para descubrir la grandeza de su seguimiento aunque éste no llegue a agotar lo que de Jesús se puede intuir mediante las experiencias subjetivas de sus primeros seguidores (que no entiendo que hayan de ser una meta inamovible más bien que un nuevo punto de partida hacia experiencias aún superiores en el futuro).

Aún restan muchas reflexiones que poner en marcha…pero ya podemos ir vislumbrando lo que daría de sí si llegáramos a superar una teología entendida como reflexión sobre la ‘historia sagrada’ de las intervenciones del Altísimo.

Logroño a 12 agosto 2007

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