Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Mis creencias

24-Octubre-2007    Gonzalo Haya Prats

Quiero compartir con los amigos de ATRIO una reflexión sobre lo que considero mis creencias. El expresarlas me ayudará a identificarlas mejor. El compartirlas me aportará –ya me ha aportado mucho– y nos aportará otros puntos de vista y otras maneras de expresarlos.

Se trata de creencias. No son demostrables ni física, ni lógica ni matemáticamente; pero considero que tienen una base razonable. No quiero entrar en el complicado proceso en que se han ido formando; sin duda interviene la infancia, la cultura, los estudios, las amistades, y las experiencias vividas.

Creo que, además del mundo físico, existe lo que podemos llamar un mundo o esfera espiritual. Testigos de ese mundo son el imperativo ético, la solidaridad, y el amor, que hacen que la persona renuncie a sus intereses –su instinto de conservación– en beneficio de otros. Es como una fuerza centrífuga que nos saca del ensimismamiento egoísta. Muchos científicos, como Einstein, dan testimonio de ese algo más.

Esa esfera espiritual no está separada ni superpuesta al mundo físico; lo penetra y empapa. Es como una nube baja que humedece la tierra, o como la energía que tensa los músculos. Separar el mundo físico y el espiritual sólo es efecto de nuestro estrabismo.

Si es razonable buscar una causa de todo el mundo físico, creo que esa esfera espiritual –de naturaleza distinta y desconocida para nosotros– es la causa y origen de lo físico. Espero también que ese mundo espiritual continúe más allá de la muerte física de cada uno de nosotros; espero que compense las injusticias de este mundo físico y que conceda la plenitud que anhelamos. Nuestra inteligencia -al rebasar el nivel de sensación que compartimos con los animales- se abre al infinito y no puede satisfacerse con el mundo físico que es limitado.

Esa esfera espiritual es “el Medio divino”, es Dios. Las religiones orientales y algunos místicos tienden a presentarlo como el Unum y a identificarlo con la naturaleza. Jesús nos enseñó a llamarle Padre. Los místicos cristianos le llaman “el Amado”; y todos los místicos nos invitan a identificarnos con Él.

Jesús es mi referente ético, humano y religioso: es la revelación de Dios, es su imagen y semejanza grabada en el mundo físico. La Palabra, la comunicación de Dios, se hizo carne.

El Antiguo Testamento contiene sublimes atisbos de Dios mezclados con intereses humanos. Los evangelios sinópticos desarrollan la vida de Jesús y su enseñanza, interpretadas por las primeras comunidades cristianas, pero con fidelidad suficiente para despertar la imagen y semejanza de Dios que llevamos dentro. Otros escritores del Nuevo Testamento aportan su experiencia religiosa y su interpretación del mensaje de Jesús, adaptadas a las necesidades de las comunidades locales que ellos habían organizado.

Creo en la acción continua del Espíritu de Dios creando –“sustentando ónticamente”– el mundo físico, imprimiendo su imagen en nuestras conciencias, inspirando –a través de sus propias vivencias– a los profetas y fundadores de todas las religiones, y a todos los filósofos que ponen de manifiesto los valores éticos.

Las religiones expresan y socializan nuestra búsqueda de lo trascendente y yo le debo a las comunidades cristianas, en las que me integro, la trasmisión oral, escrita y vivencial del mensaje de Jesús.

Deseo que nuestras torpes explicaciones no extingan la débil mecha encendida en todos aquellos que sienten algo más que sus propios intereses, de aquellos que aman y se solidarizan.

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