Lugar de Encuentro de lo sagrado y lo profano

Las megaiglesias

31-Octubre-2007    Atrio
    ¿Estará el futuro de la Iglesia en esa penetración capilar de comunidades de base que dan testimonio de Jesús en la cercanía de la vecindad, de la que hablaban ayer Ronaldo Muñoz y Gabriel Sánchez o en el modelo de la comunicación y manipulación de las masas que tienen en la televisión, los centros comerciales y los macroespectáculos sus grandes referentes? Lean, lean… y si quieren, piensen y opinen.

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McIglesias

BRUNO GAUNDO - La Vanguardia. Cultura/s, 31 Octubre 2007

Mientras los mensajes religiosos dividen al mundo, sus nuevos templos, macroiglesias inspiradas en centros comerciales o pabellones deportivos, se erigen como nuevo género arquitectónico.

Si están en Brasil y a su alrededor hay un millón de personas, o están en Carnaval o bien -esto ocurre
con mucha más frecuencia- en una de las multitudinarias misas que oficia el Padre Marcelo Rossi. Tiene 40 años, cara de seminarista de hoguera y guitarra, sotana verde y amarilla -los colores de la canarinha- y es, posiblemente, el cura más famoso del mundo. Uno de los ocho discos millonarios que ha editado (en Universal) le ha reportado un Grammy (categoría gospel). Tiene media hora al día de televisión. Ha protagonizado dos películas. Raro es el carnaval en el que no es la estrella, subido a un trío eléctrico. En su país siempre es noticia. y en estos días lo es por doble motivo: por un lado acaba de lanzar el prímero de una serie semanal de 16 CDs (los vende con un importante períódico nacional). Y por otro porque recién ha iniciado, en la prefectura de Sao Paulo, la construcción de su propio templo, que ocupará 30.000 metros cuadrados y dará cabida a 100.000 fieles. Bajo el lema del movimiento católico Renovaçao Carismática y el estandarte NPB (Nada Puede Detenernos), el Santuario de Nuestra Señora Madre de Dios será el Maracaná del Señor.

¿Culto a la personalidad? No hay duda. Pero hay mucho más. Rossi, él solito, está parando los pies a evangelistas, pentecostalistas, adventistas del séptimo día y demás heterodoxos, con el beneplácito y el regocijo del mismísimo Ratzinger. Al fin y al cabo, el minúsculo estado papal tiene en Brasil -y en toda América Latina, y en todo el mundo- fuertes adversarios con iglesias que consideran infieles. Caso de la Universal do Reino de Deus. Desde su residencia en Los Ángeles, su dueño y señor, Edir Macedo, está dejando el país sin cines: los compra y los convierte en iglesias. En un suburbio de su Río de Janeiro natal, el autodenominado obispo construyó hace unos años un templo con centro comercial, helipuerto y unas murallas que imitan a las de Jericó. La URD tiene sucursales desde Miami a Sudáfrica, Bruselas a Tokio. Las masas ven a Dios. Y él se mira al espejo.

Como sucede en el mundo comercial, todo tiende a despacharse en grandes superficies. Los casos mencionados ejemplifican la carrefourización del sentimiento religioso. Puede pensarse que es un fenómeno brasileño (y añadirse los casos de Sor Inez Souza Carvalho, la monja rapera, o los de los Padre Zeca, Fabio, Jorjao, Faír y otros hermanos del dial) o norteamericano (cualquiera que haya visto a telepredicadores yanquis como Billy Graham, el hombre que dice haber medido el paraíso, puede atar cabos). Pero, en realidad, esto puede pasar en cualquier lugar del mundo. Y pasa.

Viajamos a Seúl. El domingo hay misa en la Yoido Full Gospel Church. Bienvenidos a la iglesia protestante más grande del mundo, de lo que da fe tanto la cantidad de feligreses adscritos -800.000- como la inmensa arquitectura de su sede, reconocida por el Guiness como la mayor megaiglesia del mundo. De las doce megaiglesias (para algunos, McIglesias) más grandes del mundo, once están en la capital surcoreana. Y eso que este país fue budista durante milenios. ¿Cómo ha sido, y tan rápido? Entremos en Yoido. Caben 12.000 personas sentadas. El sonido está regulado a través de una mesa de mezclas, como las que se ven en los conciertos. Todo el país -y también Japón- escucha en directo al sacerdote. Este no es otro que el mismísimo fundador de la iglesia, el Reverendo David Yong-yi Cho. La congregación tiene su propio canal, así que mucha gente sigue sus prédicas desde casa; o vía Internet. Para los extranjeros, traducción simultánea. A ambos lados del crucifijo son proyectadas en grandes pantallas las letras de los himnos y los cánticos: el sermón como macroproducción. El techo es una poderosa bóveda que imita al firmamento. ¿El cepillo? Cajeros automáticos en el vestíbulo.

Habrán oído hablar de Sun Myung-moon, mejor conocido como Reverendo Moon. El otrora electricista, nacido en Pyongyang en 1920, ha terminado iluminando a sus fieles a través de la llamada Iglesia de la Unificación del Cristianismo Mundial, cuya prédica es “la unidad de todas las razas del mundo, religiones, lenguas y países”. Es vox populi la especialización de Moon en rituales esotérico-sentimentales, encarnados en las bodas masivas brindadas a sus seguidores. El coreano tiene iglesias de distintas dimensiones repartidas por más de 130 países del globo y maneja empresas bancarias, hosteleras, cinematográficas, periodísticas, alimenticias, editoriales, farmacéuticas, armamentísticas… En una de sus muy concurridas conferencias en Argentina, en 1996, George W. Bush declaró: “Quiero ir a saludar al Reverendo Moon, a ese hombre con visión”. ¿Dios los cría?

Las escenografías espectaculares son, en fin, un poderoso factor de persuasión adicional en la fe o en la conversión. Y “a nadie le gustan las iglesias pequeñas”, ha declarado el Padre Rossi. Se escribió mucho, en los últimos años del siglo XX, sobre cómo los músicos del rock y el pop, e incluso los DJs, lograron con sus espectáculos transformar pabellones y discotecas en nuevas catedrales. Pues bien: los religiosos han dado la vuelta a la tortilla, y demostrado haber aprendido lo suyo del muy pagano mundo del espectáculo.
El resultado es un mensaje que no cambia, o cambia poco -este articulista no quiere hacer distinción entre religiones organizadas o sectas, buenas o malas, entre credos válidos o fraudulentos- y, ya hablemos de macromezquitas o de iglesias cristianas con aspecto de centros comerciales, un nuevo género arquitectónico que que quedará como una herencia neta del siglo XXI.

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